En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
con memoria o sin fortuna, que llegaron o que no quisieron quedarse...
y algún experimento de periodista que busca su espacio en la red

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La aventura terminó cuando dejé Madrid por Albacete... pero cualquier día regresará

Adios, Madrid

20080730

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Burbujeante

Hoy dedico la entrada al buenazo de Manuel Ureste. No es que te quiera tanto, primo, es que ando sin tiempo (ya ves, casi un mes sin actualizar el blog).

Te comento. Apunta. Échate al carro de la compra próximo dos botellas de cava. A pesar de la crisis, lo peor está por llegar, así que malo sería que no tuvieras dos míseros billetes para comprar un par de botellas, que a razón de cinco pavos ya encuentras espumosos de canalla trajinera. Total, tampoco notarás una diferencia abismal si, por ejemplo, estás apuntado a la moda de esa infamia del lambrusco, el britnispirs de los vinos: chispeante, y con cuerpo bailón, pero con paladar de marketing.



Ponlas a enfriar. Pero bien frías. Y resérvate estas dos fechas para abrirlas: la primera, cuando te vayas a la puñetera calle; la segunda, cuando rehagas tu vida en el sector de las energías renovables; o en el de la biomedicina, que es lo que el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) acaba de recomendar a Europa, y sobre todo a España, para recuperarse del megafostión del ladrillo.

Mira tú por donde, va a resultar que Albacete con su solana, su Facultad de Medicina (con ex decanos asaetados y todo), su TLP para los chachiguais de los pilotos de la OTAN, y toda la vaina que se cuece en los congresos de la política, se va a convertir de aquí a 2050 en capital universal de la economía dinámica. Lo que yo te diga.

En lo que pasa entre que descorches la primera y abras la segunda, si por el camino no te han vaciado la nevera los cuatro millones de parados que va a dejar como herencia la egolatría de los créditos inmobiliarios, quizá tú, yo, y los cuarenta millones de santurrones que hacemos este país, nos demos cuenta de que no es plan de volver a hacer el canelo. De comérnoslas hasta que nos ha ido mal, y entonces poner a lamérnoslos.

No hace falta que te diga comernos las qué, y lamernos los qué: ya somos mayorcitos, aunque a veces no lo parezca; como cuando nos embarcamos en sopotocientos millones con la bazofia argumental de “que sí, que es una inversión, que nunca baja”. Pinchazo es a gatillazo lo que esta crisis a disfunción: mucho tiempo sin diagnóstico, y ahora pretendemos que se infle solo. No padre. No madre. No.

Te cuento el caso de un empresario. De nombre... Ferràn, por ejemplo, que suena cataluzo, como el cava. Se dedica a cualquier cosa relacionada con poner edificios en pie. Seguro que en su día contaba con 200 empleados, y una flota de vehículos que ni Briatore en los años buenos de Alonso. Hoy, Ferràn no pasa de los 20 curritos y no alcanza más que una quinta parte de la producción que necesita para cubrir gastos; su flota se reduce a dos fragonetas y un viejo diablo sobre ruedas, en el que además lleva a sus chiquillos al club de campo en las mañanas de domingo, mientras añora los lustros del Mercedes Q-P (coupe), con zapatos lustrosos y lustre de Torrente en la sesera. Aquí ha chegado el alma de la fiehta, y el Fary es Dios.

Ferràn tiene poca culpa, incluso cuando se emborrachó con cava (con qué si no), para celebrar la apertura de su nueva nave. Hablando de cava y de culpas, los catalanes tampoco tienen culpa, mal que le pese a los fantasmas de Pedro Jota Calvorota. Y menos aún tiene el empleado de la cecéme que en su día le soltó guita a Ferràn, para el chalet del primo segundo del ex cuñado de la tía Mari Trini. Pero mira nene, entre todos la mataron y ella sola se murió: ella, la economía de esta España acostumbrada a sobrevivirse en el cainismo, el ajusticiamiento de los nobles de corazón y la fusta de los nobles de carné.

Así que, puestos a morir, mejor morir con las burbujas puestas. De la burbuja vienes y en burbuja te convertirás, rezá el libro de cabecera de Martinsa-Fadesa. Con él hemos rezado durante diez años casi sin darnos cuenta, y ahora nos entra el típico complejillo moral del autocastigo: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Sí. Sí. Por nuestra culpa. “No puede seguir subiendo”, cuchichéabamos en el bar; “a ver si pillo la siguiente ganga”, presumíamos delante de los colegas. Queríamos ser leones alados y hemos quedado como enanos de circo. Nos conoce todo el mundo. Por pringaos.

A ver si es verdad aquello de una y no más, santo tomás, salvo para abrir las dos botellas propuestas. De momento ponlas a enfriar, y no sufras demasiado por la espera: al paso que vamos, la primera caerá antes de diciembre. Si Solbes dice que la cosa está “grave”, es para atarse los machos. Allá tú. Yo ya he pasado por el súper. Por si acaso.

Publicado el 29 de julio Página 5

20080701

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Muy, pero que muy tarde

Gol. Gol. ¡¡Gol!! A ver, si no, con qué palabra les engaño hoy para que sigan leyendo. Hale, pues sí, pues va de fútbol. Quizá no se lo parezca, pero se los juros que sí, que va de balompié, de cultura patria y de todas esas cosas que hinchan los corazones en las resacas de las eurocopas.



Como va de fútbol, permítanme que cometa penalty. Que ya lo entenderán. Digo, al momento presente, que están tardando todos esos, todos esos españolitos de mirada desviada y conciencia social fofa, todos esos que han alentado, consentido, espoleado y aplaudido que los jerifaltes europeos aprueben ciscarse en los derechos humanos de Moustafá, Sulaiman, Víctor Francisco y millón y pico de nuevos vecinos, por el simple hecho de no tener los papeles en regla. Que como todos ustedes saben es un delito que te rilas, un peligro para la seguridad que ni te menees, lorito. Entre un chorizo con recortada y un morito indocumentado, no sé ustedes, pero yo no lo dudo: me echo en brazos del caco, que es un santo al lado del otro. ¿Qué se habrá creído, viviendo en essssPaña y sin una ñorda papel que le acredite? Un aprovechao, fijo.

Están tardando, como digo, todos esos españolitos sin conciencia de clase, sin clases de Historia y sin memoria de pueblo mestizo; todos esos españolitos, y europeítos, que se creen muy importantes y muy señoritos porque tienen dos coches, una pantalla de plasma y un petardo diario en el asiento del curro, lamiendo traseros y agachando orejas, no vaya a ser que me receten las vacaciones sin fin, piensan, los muy tordos; todos esos fulanos de tal y pascual que se han hinchado en los últimos cinco, diez, quince años, a esputar sandeces: papá, me quitan el curro; mamá, me quitan las plazas de guardería; yaya, me quitan las camas del hospital; jopetas, me quitan las becas, y trafican con drogas, con armas o con mujeres. Y huelen mal. Y no se adaptan. Y erre que erre: qué se habrán creído, estos negros, estos sudacas, estos moracos.

Tardan, están tardando, y no van a reaccionar. Ni siquiera se dan cuenta. No se imaginan que pueda ir con ellos. Y además es que no tienen ni repajolera idea. “Que vengan, pero con papeles”, exabruptan. Venga, vale. Muy bien, chaval, te reto, te reto una y cien mil veces, a que salgas de España y trates de entrar, como si fueras extranjero, con los papeles en regla. A ver si puedes, listo. Porque va a ser que no, primo. Mira por dónde. Va a ser que venir como currito es decididamente imposible según de qué país procedas, y según qué es lo que sepas hacer. Pero es que, chato, allí o te mueres de hambre o te pegan un tiro. Qué dices. Venga, hombre, qué dices. ¿A que te quedas esperando tan ricamente? Pues no, claro: te buscas las habichuelas como sea y te embarcas en lo primero que pilles, se llame patera, camión o Aerolíneas Bolivarianas, y echas los dados a ver si sale siete. Total, a peor ya es imposible.

Dale. Ya estás en España. Y ahora viene otro espabilao a decirte que curres, pero legal. Vale, nene. Te cuento por encima: un empresario decide que necesita un puesto y que lo va a cubrir Boris, recién llegado y que, rediós, es ingeniero como no hay par. Pasos a seguir: consultar al INEM si hay nacionales para ese puesto; si la respuesta es negativa (cuando le llegue, que esa es otra), decirle al menda que sí, que se vuelva a su país, y que ambos, empresario y currante, se pongan de acuerdo a través de embajadas, consulados y similares. Total: seis mesecitos de nada. Que, como todo el mundo sabe, es un tiempo más que “prudencial” para la ley de oferta-demanda en el mercado de trabajo, en los tiempos globalizados que dicen que vivimos. ¿Globalizados? De pelotas. No será para la mano de obra, no. No precisamente.

No sé en qué parte del relato se parten ustedes el ojal. Yo desde el primer paso, ese de consultar al INEM (sorry, ahora se llama SPEE), si hay nacionales dispuestos. Pero, chorra, ¿no será mejor que un trabajo lo haga el más preparado, y no el que haya tenido la potra de nacer en un país? Cuidadín, que así empezó Adolfo en Alemania, años 20, y ya sabemos cómo acabó. Mientras, hay quien sigue tardando. Demasiado.

¿En qué tardan tanto algunos? En saber, ahora que están con los ojos llenos de pan por el golito (no fue golazo, no odamos la marrana) de Torres, y las dos o tres palomitas de Iker, que si su egoísmo, insolidaridad y putrefacción intelectual fueran aplicados por igual en todos los campos, Marcos Senna tendría que estar enchironado en un centro de acogida. Pero, claro, siempre ha habido clases. ¿Será eso, será que hay clasismo, en lugar de racismo? ¿Será que molesta más el pobre que el extranjero? Pues a lo mejor el siguiente paria es usted. ¿Piensa seguir tardando? Usted mismo.

Publicado el 1 de julio. Página 5.