En tres retazos

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Adios, Madrid

20090216

Primicia: Neokom

Pues aquí me tienen, un mal lunes pensando si me hago uno más de los 5.000 digitales de la city, u opto por tomarme un respiro que, mentira parezca, no disfruto a pesar de mi condición socioeconómica. Coyuntural, me dicen. Coyuntural, me digo. Y en esto que el amigo Bolaños me da la oportunidad de apañarme un término que aspiro a poner en boga. Y a alumbrarlo en primicia, como hice con los Contratitulares: neokom.

Vaya por delante que aparecen 11.300 páginas en Google en español al buscar dicho término. Pero no con el sesgo que le quiero dar. Neokom aparece como flamante firma de herradas de laboreo, como nombre de una guerra perdida en la historia y, no se lo pierdan, como apellido de William, ex consejero delegado de Microsoft. Pero no.

Dice mi colega Bolaños que si está usted en el paro y apretándose el cinturón es alguien normal. Pero que si es usted banquero tiene a su disposición toda una pléyade de neoliberales intervencionistas. Nuevos Коммунистическая, biznietos de Stalin...

Es decir, oportunistas que hasta ayer no querían saber nada de que el Estado le metiera mano a la economía, y que hoy rabian para que papá Gobierno y mamá Administración les limpien el culo. No quieren reconocer que la han cagado, ni que esta crisis sea su defecación, pero saben, como sabemos todos, que el pañal escuece.

Los neocon se han reinventado en Neokom. Han cambiado de aliados. Quién dijo miedo: si el mercado se colapsa es obligación de los poderes públicos velar por el mantenimiento de la máxima principal del capitalismo. Es decir, concentrar beneficios y socializar pérdidas. Nada nuevo. Hubo un barbudo que le llamó plusvalía, aunque 160 años después sus herederos políticos metan la pata hasta el fondo atribuyéndole citas que son de circo y pandereta.

¿Quieren un ejemplo? Y así de paso me busco otro enemigo: la hostelería. Verbigracia: domingo, domingo de crisis, Albacete centro y altozanero, cafetería de 20 mesas, las 20 concurridas y animosas; personal total de servicio, una camarera para la planta de abajo y uno para la de arriba. Basta pedir un “poyake” (pos-ya-que viene, tome nota), para comprobar que ni sus movimientos, ni sus reflejos, ni su actitud casan con la profesión antiguamente conocida como camarero. Es un cáncer extendido a toda España. Quien los contrató no pensó en si sabían más o menos, en si atendían más antes o más después. Pensó en que tenían la piel morena y salían más baratos.

Como él pensaron muchos otros: el que contrataba albañiles, el contrataba peones, el que contrataba encofradores o el que contrataba periodistas, convertidos ya en los negros oficiales de las ruedas de prensa y los gabinetes de ídem. Se trataba de ganar mucho, rápido, y en unas pocas manos. Y toda una corriente filosófica, la “neocon”, les amparaba. Que nadie diga cuánto es un beneficio normal, cómo se debe gestionar ni cuál es el margen de explotación de los recursos humanos. Eso es parcela del empresario, pues todo el mundo sabe que si los “poceros” de las finanzas no son astrofísicos de la Nasa es para no abusar de capacidad intelectual.

Ahora que a base de extender las perras chicas disfrazadas de pleno empleo, la fiesta ha terminado de reventar el saco sin fondo de la avaricia, la filosofía en boga es la Neokom: planificar, rápido, ya, para que el pufo que han organizado los grandes no les salpique. Oiga, que somos instituciones serias y no es plan, ¿verdad, señor Sebastián? Poyake son gobierno, dejen de lamentarse. ¡Los neocon han muerto, vivan los Neokon!

2 comentarios:

  1. Va a ser cierto que el concepto Neokom hará fortuna...

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  2. Si es que de algo hay que vivir, y es triste de pedir, pero más triste es de robar...

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