En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
con memoria o sin fortuna, que llegaron o que no quisieron quedarse...
y algún experimento de periodista que busca su espacio en la red

Facebook / Twitter

Confidencialba Mi actual proyecto profesional, del que soy editor.
Sus principios son independencia, crítica, certeza e información.

También en Twitter y en el desaparecido Soitu.es

ContraTitulares Primera experiencia blogger.
Única referencia durante mucho tiempo con ese término en Google.
La aventura terminó cuando dejé Madrid por Albacete... pero cualquier día regresará

Adios, Madrid

20090901

Olor a impostura

Artículo de Carlos Otto-Reuss * en Confidencialba


El verano es sinónimo de pereza. Se trabaja menos, se produce menos ocio, todo se hace de forma más relajada... Encima en Ciudad Real y provincia, mesetosa ella, hace un calor alienante que nos recalienta (aún más) el cerebro y nos sumerge en una situación de coma que no desaparece hasta bien entrado septiembre. Así, los meses de verano son los idóneos para que en Ciudad Real tengan lugar las mayores invenciones. Y es que Ciudad Real, en verano, huele a impostura.

Julio empieza con el Festival de Teatro Clásico de Almagro, una cita obligada y obligatoria para cualquier ciudadrealeño, que, aunque no pise un solo teatro durante todo el año, ha de ir al menos una o dos veces a Almagro para dejarse ver por ahí y presumir de haber estado. Lo que más gracia me hace de este mes en Almagro es comprobar cómo mucha (muchísima) gente que a diario va en vaqueros se planta un vestido de noche para ir al teatro pagando no menos de 20 euros por una obra cuya entrada no pasa de los 10 euros el resto del año en cualquier otro teatro. Pero, como dijo Antonio Machado, es de necios confundir valor con precio, y en esa confusión mete el Festival al público para que se gaste una pasta, algo que también contribuye a que el teatro se convierta en un producto sólo apto para gente de gran nivel adquisitivo, como pasa, por ejemplo, con la ópera. Y claro, la gente va a la ópera con sus mejores galas y trajes de noche, así que en el teatro igual.

Hay otro hecho bastante divertido vinculado a las grandes galas que desfilan por Almagro, y es el empeño de mucha gente en aparentar sofisticación. Una persona puede decir que no se lee un solo libro en todo el año, pero pobre de aquel que se atreva a admitir que no pisa Almagro en verano para ver alguna obra, ya que ése será mirado con los terribles ojos del que lo acusa de inculto aunque a él mismo la cultura le importe un rábano. Y esto de que a una persona le importe un rábano la cultura es total y perfectamente legítimo, pero lo de ir por la vida de algo que no se es está muy feo. Además, es curioso que la gente vaya al teatro disfrazada de cultureta si tenemos en cuenta que los orígenes del teatro no son muy cultos que digamos: en la época clásica, el teatro estaba destinado al populacho (que nadie se me ofenda), que iba al teatro como quien va ahora al fútbol. Todo esto a lo largo de las cuatro y cinco horas que duraba la obra (no como ahora, que los directores meten tijera para que aquello no dure más de dos horas). La gente se pasaba en el teatro la tarde entera con su comida, su bebida y todo lo que se preciase. ¿Que algo le hacía gracia? Pues se reía sin complejos y a mandíbula totalmente abierta.¿Que algún diálogo le llamaba la atención? Interrumpía a los actores y soltaba lo primero que se le pasase por la cabeza. Por ello es gracioso observar que a día de hoy, en los teatros, si alguien se pone a comentar la obra a su compañero de silla, todos lo miramos con desprecio mientras condenamos enérgicamente que esta persona no sepa disfrutar de la cultura en silencio. Por ello, sería difícil haber visto en el siglo XVI a un sanchezdragoniano en el teatro. Lo dicho, pura impostura.

En el límite entre julio y agosto en Ciudad Real tenemos la Pandorga, una fiesta supuestamente rescatada de una tradición evidentemente inventada. Y es que en Ciudad Real no nos andamos con chiquitas, oiga; si no tenemos tradiciones molonas, nos las inventamos y no pasa ni media. Se enmarca todo dentro de la campaña de plagio y derribo mediante la que nos estamos fraguando una nueva y fastuosa identidad a base de copiar la Semana Santa de Sevilla, inventarnos nuevas fiestas en puentes olvidados o ‘recuperar’ tradiciones que en realidad nunca existieron.

Pero lo mejor está por llegar. O qué se creen, que el mes del folklore no ha hecho sino empezar. ¿Qué mayor orgasmo hay para una localidad que las fiestas en honor de su honorabilísima patrona? En nuestro caso es la Virgen del Prado, a la que rendimos culto no por devoción, ni por la crisis, ni por tontunas de ésas, sino como defensa legítima frente al ataque socialista al catolicismo. ¿Se acuerdan de las cruzadas? Pues algo parecido, sólo que bastante más rancio.

En realidad, pese a que julio y agosto son meses de hastío para la mayoría, hay una poderosísima minoría que realmente hace su agosto. Entre el Festival de Seguidillas, el de Folklore, las fiestas en honor a la Virgen del Prado y alguna cosita más, el Ayuntamiento suelta de forma encubierta terribles cantidades de dinero a todos aquellos colectivos amigos que, grandes o pequeños, pueden ejercer una terrible presión y crear más de un conflicto si se cabrean. De este modo, los amigotes (hermandades, grupos folklóricos, cofradías...) se ganan unas pelillas sin ningún tipo de rubor, sobre todo en la feria, con subvenciones encubiertas que el Ayuntamiento ejecuta mientras los ciudadrealeños dormimos la siesta. Con calurosidad y alevosía.

En la novela negra, la noche suele ser el marco ideal para que los malos hagan sus fechorías. En Ciudad Real somos más listos y jugamos a los engaños y a las imposturas en verano, cuando los cerebros están aún más dormidos que en cualquier noche de diciembre.


* Carlos Otto-Reuss es periodista y analista de medios, editor de www.ottoreuss.com y colaborador en múltiples cabeceras digitales.

0 alegatos:

Publicar un comentario