En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
con memoria o sin fortuna, que llegaron o que no quisieron quedarse...
y algún experimento de periodista que busca su espacio en la red

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La aventura terminó cuando dejé Madrid por Albacete... pero cualquier día regresará

Adios, Madrid

20091224

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Así sí, así no, y viceversa

Publicado en Confidencialba


La columna del editor Por Alfonso Piñeiro

Durante la semana hemos asistido a dos ejercicios de oposición interesantes. Dos ejemplos de cómo someter a control la actividad del Gobierno local. Uno de ellos conecta con la gran masa ciudadana, con sus preocupaciones más inmediatas y básicas: el rifirrafe a propósito de las medidas de contención del temporal de nieve. El otro se sitúa en términos de bolsillo ciudadano, asunto que genera movimientos a largo plazo, y que allí donde se ha impuesto el juego de silencios cómplices y voluntades pagadas no tiene efecto inmediato: la sospecha sobre la transparencia en los contratos del Fondo Estatal, el del plan ZP.

Para un observador externo y acrítico, la comparencia del concejal Francisco Javier Díaz de Prado conecta con la calle: no sólo da salida los desaires de albaceteños y albaceteñas que se caen por culpa del hielo, se estampan contra una esquina por culpa de una calzada resbaladiza, llegan tarde al trabajo por culpa de los atascos monumentales... y, aprovechando qeu el Júcar pasa por Albacete, pueden añadir aquello de "y la alcaldesa en Copenhage, esa sí que vive a gusto".

Por el contrario, la de Juan Marcos Molina queda lejana. Al albaceteño medio no le ha preocupado, ni le preocupa en demasía, si los 29 millones de euros que le cayeron a Albacete están bien o mal gestionados. A fin de cuentas, piensa, se iban a gastar igual. Y la costumbre del bienestar social ha narcotizado hasta el extremo la realidad de que el dinero del Ayuntamiento es el del común de los ciudadanos; es como si lloviera del cielo, como si siempre hubiera estado ahí.

En definitiva, al albaceteño medio le importan más otra serie de valores bastante subjetivos e irracionales, pero institivos: si la calle cortada le supone dar más vueltas, si los ruidos de las obras le fastidian ahora que se ha quedado en paro, si Juanra el del bar de la esquina va a echar el cierre porque no le salen las cuentas, si van a volver a dejar todo en su sitio, o si donde antes podía aparcar ahora le van a poner zona azul y dos o tres vados de regalo. Y, por supuesto, a quién dejo los niños que se han quedado sin clase por culpa de "los inútiles" (lo dice el albaceteño, no este editor) del Ayuntamiento.

En definitiva, podría parecer que para qué invertir esfuerzos en denunciar supuestos precios inflados en los contratos de adjudicación, que además podrán ser negados con todas las artes de la ingeniería económica desde el Gobierno, pudiendo meter palos en las ruedas a base de cizañear con males clásicos de nuestro país. Por ejemplo, nuestra incapacidad manifiesta para gobernárnoslas con la nieve, circunstancia esta de la que se parten a carcajada limpia a partir de la ladera norte de los Pirineos.

Sin embargo, la gran diferencia entre los dos ejercicios de oposición política es que el de las nieves se alimenta de los fantasmas, la quejadumbre, la apatía social y el tan átono y tan patrio cansancio de vivir. Mientra que el de los dineros públicos se basa y se empeña en los datos contantes y sonantes, la suma y la diferencia, los porcentajes y la concreción. Es decir, el primero apela al vientre; y el segundo a la sesera. Y ambos cuentan a la hora de acudir a las urnas, pero por lo general las vísceras inferiores tienen poca memoria, y quién se va a acordar un buen mayo de 2011, florido y hermoso como todos los mayos, de los sufrimientos de las nieves de año y medio atrás.

El PP debe decidir con qué tipo de oposición se queda. Puede optar por la de relumbrón, algo zafia en el fondo y presurosa en las formas. O por la de la conciencia ciudadana, algo pesada, no siempre digerible, de un impacto menor en el día a día pero trascendental, sobre todo cuando se acumula, a la hora de votar. Para la primera depende de que las circunstancias (la crisis, el tiempo, los toros, equis), le acompañen. Para la segunda depende de sí mismo, y tiene todavía mucha madeja que cortar. Y, claro, no vale quedarse con la dos formas de hacer oposición. Para ser creíble hay que optar por una, y esa elección determinará también qué tipo de ciudadanía prefiere para su mandato, si gana las elecciones: llorica pero complaciente, o crítica pero constructiva.

20091217

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Sindicatos fuera de juego

Confidencialba. La columna del editor


Los sindicatos no pasan la reválida. Pueden patelear, berrear, resistirse a la evidencia o beberse unos tragos de soberbia institucional. Pero no pasan la reválida. Ni los medios más optimistas calculan más de 35.000 asistentes a la manifestación de Madrid, la "histórica" del 12-D. En su defensa se puede alegar que es la primera vez que se estiman cifras reales, pero ni así: en julio de 1997, los directores de las cabeceras más importantes se pusieron de acuerdo para cifrar en millón y medio los asistentes contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Fueron menos: unos 700.000. Pero fueron 700.000. 20 veces más.

Dicho de otra manera, la respuesta ciudadana a una crisis que deja 5 millones de parados reales vale 20 veces menos que la ofrecida ante el infortunio de un joven concejal de Ermua. ¿De quién es la culpa? Echársela al respetable, adocenado y manso, es lo fácil. Así que no. Cargar contra los sindicatos por vivir del cuento y de la teta pública es servir en bandeja y demasiado fácil la victoria al coro de plañideras ricachonas que reclaman el despido libre. Así que tampoco. Revisar el papel ejercido por las dos centrales mayoritarias en los últimos 15 años sí es, en cambio, una opción nada descabellada para entender la desafección de los asalariados.

Esos 15 años no son una medida temporal gratuita. Es el tiempo transcurrido desde la salida de la crisis de 1993 y el inicio del periodo más largo de ficción económica que ha conocido España. De crecimiento anclado en la mejora de la productividad vía reducción salarial efectiva, precarización del empleo, depreciación del valor innovación, puesta en circulación masiva de beneficios futuros y contexto internacional favorable. Así, disculpen los señores ministros y ministras de Economía que acaudalan populares y socialistas en este tiempo, lo difícil es pegársela. No tiene mérito. Se siente. Haber elegido la India, o Brasil, donde poner las cifras en verde sí es para sacar pecho.

En ese tiempo, los sindicatos no se han desmarcado en una sola ocasión de la doctrina oficial. Discutieron al Gobierno Aznar su "decretazo" para las prestaciones por desempleo, pero no el modelo de crecimiento español. Igual que discuten ahora a Zapatero su tentación de ceder a los chantajes –no son otra cosa– de la CEOE, pero no ponen en solfa su descuidada labor de previsión, por acción u omisión, desde que en 2004 recibió en sus manos una bomba de relojería llamada burbuja. Más le habría valido no haber seguido exprimiendo la gallina, porque no era la de los huevos de oro, sino la del porvenir turuleto.

Tiempo tuvieron, pero echaron órdago a la grande y ahora descubren que no tenían cerdos (reyes en el argot del mus), ni eran mano, ni habían trucado las cartas. Y que les salió rana. Las pocas voces críticas han padecido en estos 15 años un descrédito constante, incluso histérico, irracional, abrazados como estábamos a la fe de la fiesta nunca acaba. Este mismo editor publicó en agosto de 2007 un reportaje en un medio local –decirles cuál sería muy como "de pueblo"–, advirtiendo de que todos los indicadores apuntaban una recesión inimiganible. "Catastrofista", le llamaron. Pues toma dos tazas. Y mientras, los legítimos representantes de los trabajadores seguían jugando a otras tazas, la del té de las cinco, los bombones moncherí y el peloteo y adulación de la náusea partidista, sin la que en este país no hay billetes, ni palmaditas, ni Cristo que lo fundó.

Por si fuera poco, la única salida digna que le queda al Gobierno socialista es la retirada. El regreso a su Palacio de Vistalegre de Carabanchel, y con mucha suerte quizá el electorado optaría por un mandatario honesto antes que por los proyectos –¿alguien los conoce, los reales?– del gallego que regenta el PP. Pero si quiere ser honesto, debe convocar elecciones. En marzo de 2004 se creció sobre la jugada maestra de Rubalcaba: "los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta". Justo el pecado electoral que tres años después puso en marcha la maquinaria diabólica de la conservación del poder. Desde abril de 2007.

Las citas proceden del usuario PJCyM, del foro de Cotizalia, la sección económica de El Confidencial. Son sólo recortes de prensa. Abril de 2007, Pedro Solbes: "Yo no veo afectado para nada el sector de la construcción. Específicamente , sigue funcionando igual, con una ligera desaceleración que permite ajustarse a una realidad que lógicamente va a exigir una demanda ligeramente inferior". Agosto de 2007, Solbes: "Los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense tendrán un impacto relativamente pequeño en la economía española". Septiembre de 2007, Zapatero: "Haciendo uso de un símil futbolístico, se podría decir que España ha entrado en la Champions League de la economía mundial".

Hay más. Muchas más. Octubre de 2007: "No hay atisbo de recesión económica. La economía española tiene muy buenos fundamentos". Diciembre de 2007, Solbes: "La economía española crecerá a velocidad de crucero durante los dos próximos años, en los que avanzará en torno a un 3%". Enero de 2008, Zapatero: "La crisis es una falacia, puro catastrofismo. Estamos creciendo por encima del 3%. Aunque mañana crezcamos al 3% o al 2,8%, que es un crecimiento bueno, vamos a seguir creando empleo y teniendo superávit". Febrero de 2008, Solbes: "Los que auguran el riesgo de recesión no saben nada de economía. Estoy harto y agotado por la cantidad de tonterías que oigo últimamente sobre el mundo económico". Al fin, Joaquín Almunia, comisario de Economía y futuro de Competencia de la UE, hoy mismo: "Vamos a vivir con tasas de paro y deuda muy elevadas durante años".

Efectivamente, ningún español se merece ningún dirigente, ya sea progre, carca, barbudo o barbilampiño que, una de dos: conozca una gravísima situación y la oculte; o la desconozca, y sea incapaz de advertir el peligro. Por incompetencia o por falsedad manifiesta, pero en todo caso por coherencia, se debe situar el contador de la gobernabilidad a cero. Cuanto más tarden los sindicatos en ponerse en su sitio y advertir a su grey de que, al margen de la propaganda oficialista de los brotes verdes, lo peor puede estar por venir, más alejados se verán de aquellos a quienes dicen representar. El respetable puede no tener ni idea de economía aplicada, pero sí entiende de disfraces. Y está harto de camuflajes. Por eso no deja pasar ni una reválida. Tomen nota también en el Partido Popular. Y, por si las moscas, nunca se sabe, en Izquierda Unida.

Reacciones a la manifestación (y afines) en la prensa (y afines también)

La Verdad de Albacete Responsabilidad sindical
El País Exposición sindical
El Mundo ¿Manifestación o excursión de fin de semana?
Expansión Errónea proclama de los sindicatos
Marc Vidal - Cotizalia Un lustro a la basura
El País Entrevista a Fernández Toxo y Cándido Méndez: "No podemos arriesgarnos a otro fracaso del diálogo social"
El País Entrevista a Joaquín Almunia: "Vamos a vivir con tasas de paro y deuda muy elevadas durante años"
El Confidencial
Anatomía de un asesinato (económico)
José Barea - Cinco Días Déficit en pensiones y sanidad
Diego Armario - Diariocrítico Contra los aprovechados

20091211

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Reforma laboral: trampas del lenguaje

La columna del editor de Confidencialba


Vamos a plantearnos una pregunta ficción para tratar de salir del actual estado de la cuestión en la creación de empleo: ¿y si resulta que sindicatos y patronal, patronal y sindicatos, tanto manda, manda tanto, estuviesen de acuerdo en lo sustancial y sus disputas no fueran más que justas medievales a propósito de lo accesible, de lo prescindible, de los debates de segundo plano? Si se les pregunta, las dos partes estarán de acuerdo: con lo que hay, no sirve. Hay que cambiar. Lo que les diferencia es el cómo, y quizá sólo de cara a la galería.

La necesidad de acometer una reforma no viene dada por apuntarse a una moda, sino por la propia experiencia de la economía española. A saber: a cada batacazo serio, crisis del petróleo o recesión mundial de principios de los 90, a España le ha tocado reorganizar su mercado laboral; pero, estadísticas aparte, como explicó en su Tribuna del pasado viernes en El País José A. Herce, en los siete años siguientes a la salida de la última crisis (92-93), el mercado laboral español se infló a razón de 60.000 trabajadores al trimestre. Un ritmo que, de seguir hoy, nos llevaría unos 10 años para situar la tasa de desempleo para tener “sólo” dos millones de parados. Ergo lo que conocemos, por más que no lo queramos ver, no nos sirve. Hay que reformular la creación de empleo.

Los sindicatos, el Gobierno y las fuerzas progresistas en general hablan de reformar la estructura de la economía, para dejar en el pasado la sobredimensión del ladrillo y situarnos a la vanguardia en cuanto a gestión del conocimiento, motor de la economía del presente siglo. Así lo hace ver el director de estudios de política económica de Hudson Institute, Irwin Seltzer, en su crónica para el Wall Street Journal. Por su parte, la patronal y las tendencias de perfil neoliberal (en lo económico) consideran que es imprescindible acometer cuanto antes, mañana mismo si puede ser, una reforma laboral que, entre otras "virtudes", flexibilice el mercado laboral. Y he aquí la madre del cordero.

¿Flexibilización significa abaratamiento del despido? En círculos oficiales no es así: lo niega el presidente del PP, Mariano Rajoy; lo niega el presidente de la patronal, Gerardo Díaz-Ferrán; y el presidente de los empresarios albaceteños, Artemio Pérez, también lo ha negado cada vez que ha tenido la ocasión. Sin embargo, la sensación es bien otra: en su Tribuna en El País, Herce explica que “siendo de los más elevados entre los países desarrollados, los costes de despido a los que se enfrentan las empresas españolas deben reducirse en su conjunto”. Stelzer, en Wall Street Journal, remata no sin alguna imprecisión: "si posteriormente les despide, les tendrá que pagar el equivalente a entre 30 y 45 días de su salario por cada año trabajado".

Por tanto, ante el “mar de fondo” es normal que sindicatos y Gobierno desconfíen de las recetas que les proporcionan populares y patronal. Además, en la solución "milagrosa" del abaratamiento, se oculta de manera sistemática (y de ahí la imprecisión de Stelzer), la siguiente realidad: esos despidos tienen efectivamente ese coste si, y sólo si, y sólo cuando, se trata de despidos improcedentes. Es decir, despidos porque-me-da-la-gana, porque no me gusta tu cara, tu voz, tu trasero o tus maneras; motivos, quizá, para que el empleador acuda de mala gana a sus obligaciones diarias, pero no para echar a alguien a la calle. Al menos, no legalmente.

El despido es “gratis total” cuando se dan circunstancias muy bien tipificadas y clarificadas en el Estatuto de los Trabajadores. Y es de 20 días por año trabajado cuando concurren “causas objetivas”, es decir, motivos económicos o de organización. La queja de muchos pequeños y medianos empresarios es que, a la hora de la verdad, es muy difícil desprenderse de un mal trabajador invocando falta de celo o de profesionalidad en su tarea. Se reconoce. Reconózcase también que muchos gestores echan mano de la ingeniería contable para camuflar despidos improcedentes en el paquete de las “causas objetivas”. Prueba de ello es que estos despidos se negocian después en tribunales, en la mayor parte de los casos al alza. Por algo será.

Así pues, cabe la sospecha de que se pretende abaratar el despido para fijar un tope superior en la conciliación o en el juzgado, que permita camuflar despidos improcedentes como despidos objetivos, sin una gran diferencia de costes para el empresario. Y eso es, simple y llanamente, un chantaje. Para conjurar esa sospecha, la negociación pendiente, la tan nombrada reforma laboral, no ha de pararse pues en la cuantía del despido, sino en un nuevo pacto de convivencia: qué herramientas jurídicas tendrá el empresario para deshacerse de los empleados que no cumplan con su deber, sin que le sea más barato y ágil pagarle 45 días que demostrar su ineficacia ante los tribunales.

En cuanto a la flexibilización real del mercado laboral, se puede hablar de “transfuguismo” en los términos, pues las propuestas más vanguardistas hablan de lo contrario: se trata de flexibilizar las condiciones de trabajo, con opciones a la alemana (horario reducido, salario reducido compensado con prestaciones parciales de desempleo), pero no de dispersar aún más las modalidades de contrato. Antes bien, se habla de comprimirlas en unas pocas, incluso en una sola, también con un único modelo de indemnización por despido. Es decir, hacerlo más rígido.

Esa es una de las propuestas estrella del documento de los 100 economistas del que se hizo eco hace unas semanas, también en El País, el presidente del Centro para la Investigación de la Política Económica (CEPR, por sus siglas en inglés), Guillermo de la Dehesa. De ahí que algunos análisis planteen una reforma laboral imaginativa y que, al final, la única propuesta viable sea la del concepto “flexiguridad”, que desde los think tanks del Gobierno están tratando de impregnar entre los principales agentes económicos y sociales.

20091202

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Navegando a la deriva

La columna del editor en Confidencialba


En Izquierda Unida (IU), andan con la mosca detrás de la oreja a propósito de lo que debería ser el siglo XXI: la conectividad, la globalización, lo digital. Es decir, Internet. Argumentos para la molestia no les faltan. Que tengan o no razón es otro cantar. Pero se entiende: sus redes sociales están a años luz de las que con aparatos mucho más poderosos y potentes han logrado desarrollar los dos grandes partidos, pero además de que esa presencia digital no se ve correspondida en las urnas, ni en la intención de voto, no existen para la opinión pública oficial. Para la que, todavía hoy, configura el decreciente "cuarto poder".

El último reportaje en La Verdad de Albacete, titulado Los políticos manchegos se apuntan a las redes sociales, les ha terminado de convencer: por la razón que sea, los líderes de IU no cuentan. Es sorpendente el caso del coordinador provincial, Luis Ángel Aguilar, que utiliza el propio espacio de bitácoras del diario de Vocento como mirror (réplica) de su blog, La Terca Iutopía. Pero ni esta iniciativa, ni su presencia en la red de microblogging Twitter, que es la primera de un político albaceteño en este espacio, resultan citadas en el texto. Tampoco se hace mención alguna a los blogs del coordinador regional, el albaceteño Daniel Martínez, ni del federal, el castellano-manchego Cayo Lara.

A proposito del de Argamasilla de Alba, una de las voces insistentes en las bambalinas políticas es que su elección al frente de Izquierda Unida no tiene más misión que la de oficiar de enterrador lo más digno posible para subsumir a la formación en un cuadro residual de intelectualidad izquierdista, o bien para que de las cenizas surja un proyecto político nuevo que hoy por hoy no conciben propios ni extraños. El supuesto enterrador siempre niega semejante tarea y, es más, advierte que el intento continuo por sepultarles bajo la herencia de los crímenes soviéticos, que llevan a cabo tanto el centro-derecha como un sector de la socialdemocracia, es prueba irrefutable de que, pese a quien pese, IU sigue siendo una alternativa real.

En Internet, al menos, su presencia está probada. No sólo es que sus líderes "estén al día" y se manejen como pez en el agua (al menos, más que la media de la clase política), por servicios como Wordpress, Facebook, Twitter, Blogger o MySpace. No sólo eso. También cuentan con algunos de los engranajes de información que reciben más visitas, como Red Progresista o La República. Desde luego, más visitas de las que, en porcentaje escalado, reciben en forma de votos en las urnas. Frente a ellos, los dos grandes partidos viven encastillados en sus páginas web, con excepciones, caso de la magnífica gestión de la identidad digital del lehendakari, Patxi López.

Una de esas redes presenta una concepción muy a la vanguardia, como es el caso del agregador de blogs I love IU, tan alejado de la doctrina de partido que es imposible navegar por esta web y encontrar un solo rastro de la imagen corporativa de la coalición. Ni logotipos, ni agitprop ramplón. Sólo artículos y más artículos sobre un diseño tan sencillo como amable para la lectura. Y una lista de enlaces en la columna izquierda, liderada una vez más por las dos redes sociales del momento: Facebook y Twitter.

La pregunta está servida: ¿qué es lo que falla para que ese respaldo en el mundo Internet no encuentre su acomodo en el mundo real? ¿Es que los internautas no votan? ¿O es que la ingente masa electoral de populares y socialistas no tienen habilidades para la web? Cualquiera de la dos cuestiones es inquietante: la primera, porque estaría hablando de la formación de un nuevo cuerpo político, aun marginal, pero con herramientas de futuro, y que se juega la esencia y la existencia al margen de las actuales reglas democráticas; la segunda, porque plantearía una contradicción intrínseca con los balances oficiales sobre penetración de la web en los hogares españoles, y porque desautorizaría las cuantiosas inversiones que tanto PP como PSOE destinan a sus herramientas web.

Una de las explaciones, quizá no definitiva pero sí suficiente, es que la red ha amplificado la endémica pugna interna de la coalición, que sus dirigentes han tratado de vender como pluralidad manifiesta, pero que tan bien sirve en bandeja la cantinela de la "izquierda desunida". Basta con unas mínimas nociones de navegación para darse de bruces con uno de los blogs históricos de la "izquierda transformadora", A sueldo de Moscú, y leer las cuchilladas entre compañeros: entre otras, las tensiones permanentes entre los miembros de IU críticos con el PCE y viceversa, los militantes de base comunistas que "desprecian" como minoritarios a los restantes colectivos.

Otro razonamiento, también parcial pero estridente, es la evolución "natural" de algunos históricos que, emulando a Santiago Carrillo, abandonan el comunismo y se abrazan a la fe del socialismo. Sobran ejemplos en Albacete, aunque ninguno tan renombrado como el de la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar. En cuanto a las sucesiones, nada tan complicado como llenar el hueco dejado en su día por Julio Anguita, todavía invocado por muchos votantes del PP y del PSOE como "ese sí que era un tipo que valía la pena". El nuevo secretario general del PCE, José Luis Centella, es demasiado reservado y "chapado a la antigua" como para generar entusiasmo, y el papel de Lara como coordinador general de IU no tiene la mínima, pero necesaria, visibilidad en el Congreso de los Diputados.

Y, además, cabría preguntarse si IU goza de las simpatías de los internautas de perfil progresista, pero no acaba de casar con su espíritu. Una de las propiedades del mundo Internet es que globaliza, pero no es colectivo. La web es un gran almacén de ideas, un gran vertedero de palabras, muchas veces un estercolero, pero no es un bien de dominio público. Iniciativas brillantes como Wikipedia, o la comunidad linuxera, se alimentan de las aportaciones de miles de usuarios anónimos, pero se mueven por impulsos extremadamente individuales: cada internauta tiene sus razones para aportar, leer, saltar de una página a otra y si algo tiene claro es que no es encorsetable. El usuario de Internet se sabe y se ama libre. Sin banderas. Sin colores. Aglutinar esa fuerza es posible, pero la izquierda política ha demostrado una incapacidad manifiesta a la hora de trasladar su fuerza digital a la representación parlamentaria.

En todo caso, existe un interés y unas motivaciones compartidas por las que la avanzadilla de la sociedad del conocimiento y la vida pública "real" no están en la misma onda. Lo que puede ser el germen de cualquier movimiento ciudadano hoy por hoy imprevisible. Es por ello por lo que conviene prestar atención al fenómeno, al margen de las ideas y del voto que cada cual profese.