En tres retazos

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Adios, Madrid

20100315

La curva de marras de la carretera de Colmenar

Confidencialba. La columna del editor


Dios mío de mi vida, por favor, qué hijos de puta. Las palabras no son de este articulista, sino de la señora que a finales de febrero grababa cámara en mano la carretera de Madrid-Colmenar Viejo, M-607, km. 28. Es decir, justo donde la endiñó y se la endiñó su hijo hace dos años. Dios mío, qué hijos de puta, dice la señora y con razón, porque mientras se afana en su labor de camarógrafa le pasa un vehículo por la izquierda, y unos metros más adelante las ruedas se salen del trazado y acaba volando por encima del quitamiedos con las consiguientes vueltas de campana. Justo como su hijo. Pero ni Cristo se ha hecho responsable jamás de este cirio pascual del tráfico.


Ni de este, ni de ninguno en una carretera comarcal con aspecto de autovía y en la que se cuentan más puntos negros que en la jeta de un adolescente. Una carretera donde sólo en Nochevieja fueron "capaces" de salirse de la calzada –en el mismo punto– hasta nueve vehículos. Donde las muertes se cuentan por decenas, y donde el santo y seña diarios de cualquier conductor son el accidente de la jornada –¿ha habido muertos?–, el cambio de asfalto, con baches y parcheados cada dos por tres, y los peraltes a medias o realizados con el sentido de la topografía en el mismísimo trasero. Si es que es cosa de los topógrafos. O de quien sea.


Pero ni uno, oigan, ni un responsable público, de la Delectación General de Tráfico, de la Crapulidad Autónoma de Madrid o de la cosa pagada con impuestos de todos y competente en el asunto, ha salido jamás a decir esta boca es mía aunque me pongan el careto como un tomate de Mazarrón. En Colmenar, en las Alpujarras, en la Costa da Morte o en Albacete. En la España de la poltrona nadie es responsable nunca de nada: ni tan siquiera el conductor que entra a todo trapo en una curva marcada a 50, con gravilla, obras, lluvia y escasa visibilidad. Que haberlos haylos, como las meigas. Pero bien raro es que todos se hayan puesto de acuerdo para ir a matarse ahí, precismente, entre Colmenar y Tres Cantos. O en cualquiera de los puntos negros de la piel de toro. Así que algo más debe haber.

Cuando la cosa empezó a ponerse chunga de veras, por aquello de que cada vez más madrileños de nacimiento o de adopción hacían las maletas y tomaban las de la Sierra, se amplió un carril en la salida de Madrid y se colocaron un par de señales más de las de "cuidado que esto es peligroso que te rilas". Eso, y algunos "curas tumbaos" como les llama mi buen amigo el taxista. Es decir, badenes reductores de velocidad. ¿Oiga, y lo de curas? Porque son los que peor me caen, me dijo el muy bandarra en una ocasión: ponga usted ahí generales, banqueros, políticos o lo que le plazca, y así mientras a usted se le chafan los riñones, por lo menos se lleva la satisfacción de darle matarile a algún pez gordo. Que visto así es más que nada.

Ahora que una señora ha tenido la coincidencia, y no feliz, de grabar con su cámara a otro desgraciado del volante que prueba a dejarse los piños en esa carretera, entonces van y se ponen las pilas. Me lo cuenta la buena de Carmina, que hace día sí día no el trayecto Madrid-Sierra-Madrid. Que ahora pasa cualquiera de ustedes por allí y aquello es la repera de la obra civil. Vamos, que ni crisis ni formas consagradas en vinagre: excavadoras, obreros, vigas, asfalto, cemento, protecciones. Ni Montmeló. Lo están dejando requetepintao y maravillao, como el cacao.

Es entonces cuando uno se malicia, y les invita a ustedes a que lo hagan con toda la peor baba del mundo, que algunos de estos chupasangres de la res pública, esos que no han dado un clavo en su puñetera vida, y si pueden palmarán sin hacerlo, sólo son profesionales de la cuentitis y la carguitis. Y que no mueven un dedo ya se les pongan farrucas las circunstancias, salvo que alguien con la mala cabeza de contar las verdades del barquero armado con una cámara doméstica deje en paños menores su incompetencia, su incapacidad y su olvido sistemático de que está donde está, pagado por quienes les pagamos, para servir al respetable y no a sí mismo.

Échense una cámara al hombro, que las hay de andar por casa por menos de lo que cuesta el seguro del coche, y hagan revista de todo aquello que les consta que está mal, y les consta además que a los mandamases también les consta. Es decir, lo que hace el PP albaceteño con los barrios, pero aplicado a todo. Y acuérdense, cuando consigan los 30 segundos que dejen en paños menores a los que gobiernan, de buscarse un amigo informático que se lo suba a Youtube, y de decir bien clarito, antes de parar la grabación, "Dios mío de mi vida, por favor, por favor, por favor, qué hijos de puta, qué hijos de la gran puta".

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