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20100618

Mi primo y cinco millones de lumis

Publicado en Confidencialba. Columna del editor


Esta crisis no es como otras: yo siempre he tenido faena, y nunca hasta ahora había estado con la máquina parada seis meses. La confidencia la suelta mi primo en lo que nos echamos el café de desatascar en la cita de todas las mañanas. El café con el que se enjuga esta crisis que tiene a cinco millones de desengañados buscándose las cosquillas sociales, a ver si le quedan ganas de reír por algo más que por la histeria del hundimiento de su propio Titanic. Y lo de me primo, al que no conocía hasta hoy, pero me tiene tan cara de noblote y saludable que es difícil no fiarle el pan y los cafés, me parece de traca. Veintidós años removiendo tierras, con su mono, sus empleados cuando los necesitó pagados en tiempo y forma, sus clientes de toda la vida y su Paco, o su Luis, o quien le tocara en suertes en la oficina del pueblo renovándole confianza y crédito… y ahí me lo tienen, al hombre, apretando los dientes y el culo hasta que vengan vientos mejores, si es que han de soplar.

No me canso de decir a mis amigos, e incluso a mis enemigos, que no se fíen, salvo que sea para fiarse entre ellos. Mejor dicho: que no se confíen. Que si le pegan un repaso a algunos amantes de la economía ficción, todo lo agoreros que se quiera pero que vienen acertando una sí y otra también desde mediados de 2007, o antes, lo mismo se les corta la digestión. Agoreros o demiurgos como Marc Vidal que insisten en que lo peor está por venir, que de aquí a seis meses el ambiente va a ser irrespirable, y que el recorte de derechos, prestaciones, salarios y días de indemnización por despido va a pegarle veinte vueltas y media a la moto que ahora nos están vendiendo. Pesimistas, les llaman algunos. Y ellos, los futurólogos, lo niegan: su vida consiste en emprender, y en ponerle al mal tiempo buena cara. Como hace mi primo, exactamente, desde hace 22 añazos, con su mono, sus empleados, sus clientes y su Paco, o su Luis, etcétera.



Mi primo es como tanto autónomo de lo básico que pulula por nuestro país. Fornido, hecho a sí mismo, con la mirada tranquila pero traviesa. No se oculta ni se arredra, aunque carguen armas contra él y contra mí las bobaliconerías políticamente correctas, para preguntar por la moza de marras que trae el As en su contraportada. Tampoco se excusa, ni tiene por qué, cuando recuerda socarrón el gambazo del portero inglés, el repasito de los teutones a Australia o “espérate que no haya sorpresas” en el estreno de España. Es decir, cuando filosofa (es un decir) sobre el Mundial. Con la misma lúcida y amarga mala sombra, se divide entre la fruición, la envidia y la burla al hablar de las pavas que se gastan futbolistos, motoristos y formuloúnos. “Todas feas, gordas y bajitas, jodo con el dinero”, argumenta. Y en nueve palabras dice, sin decirnos, lo que pensamos el resto de la parroquia con el amargor del café, la crisis y la máquina parada durante seis meses: prostitución, de lujo, pero a salvo de la crítica de los cazadores de brujas metidos a políticos, tertulianos o “informadores”.

De igual modo, nadie señala a quienes nos metieron en la trampa por la que se quedó parada la máquina de mi primo, o la fábrica de chorizos ideológicos de la Adminstración Pública ahora reconvertida en factoría estalinista de trincar al funcionariado por la minga y apretar las vergüenzas: bajas sin cubrir, períodos vacacionales no remunerados, cierre amurallado de las convocatorias de empleo público, es decir, de trabajo fijo… Lo que años atrás invadió como la Nada de Michael Ende la esfera privada, y mantuvo a los sindicatos chitones, viviendo del maná estatal de la formación de formadores y demás sacacuartos. Porque ellos, como sus pagadores, como la maciza del As, como mi primo, como la camarera solícita que nos sirve el amargor y comparte nuestra mala baba, como todos, vivimos del mismo cuento: especula que algo queda. ¿Brotes verdes? Para verdes, nosotros, desgraciaditos, que nos tragamos con ingenuidad y bien doblada la vara de las mentiras disparadas con pólvora del rey.

Mientras, en Madrid, se celebra La Red Innova. Mi primo no ha oído hablar de ella, ni falta que le hace. No van a venir a sus taitantos a decirle que innove, después de un decenio de dispendio y obra contratada a mansalva. Él sabe, como sus comparsas matinales, como la camarera y como cinco millones de pringados, que hay mucha trena disponible si alguien se atreviera a señalar a los proxenetas (sí, a los chulos, a los secuaces, a los esquiroles), a los que prostituyeron el cuerpo social y cuando lo dejaron infectado de inmunodeficiencia adquirida, gonorrea y otras guarradas por el estilo, lo tiraron al cubo de la basura junto con los condones pinchados. Por eso ahora piden el abaratamiento del despido, porque una vez exprimidos, estos cinco millones de lumis les sobran. Y quieren tener atados los machos de los otros diez millones, no vaya a ser que les dé por creerse que son las pavas de los toreros, los cantantes o los empresarios que visten de Armani en el papel couché de la pornografía rosa.

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