En tres retazos

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20081119

Juro que el camuflaje es involuntario

Publicado el 18 de noviembre

Tengo que estar, me dije. Me disculpen el arrebato de egolatría, pero es uno de los pocos en los que, me atrevo a juzgar, caen desde el hijo de las Calzas Largas hasta la prole del pulimentador: mirarse a ver si está en el listín telefónico, ahora que la más grande entre las grandes, reina de los millones de Villalonga y de los riñones de Alierta, ha vuelto a repartir sus páginas blancas, amarillas y arco iris a los pobres diablos usuarios de la línea de cobre.

Tengo que estar. Es lo mínimo, después de un par de años batiéndome el cobre por ser uno y no más de los descendientes de Figueroa, en una de tantas tierras asoladas por el cainismo. Con lo que me he pegado por que las envidias crean que me dan con formas consagradas hasta en el carné de identidad, sabiendo, yo más que ellas, que sus cuitas y mis broncas eran, para el común de los mortales albaceteños, menos que diabluras. Directamente no existen. Pero los errantes y los pobres de alma creen que la fama bien merece incurrir en el ajusticiamiento. Allá ellos.

Así que sí, tenía que estar. Después de haberle llamado de todo a los peperos y haberme callado menos de lo que sé sobre los rojeras progres. Después de haber puesto en la picota a todos los gremios altaneros que se me han cruzado en el camino, algunos con más verborrea que otros... y peor baba. Después de haberme puesto gorra contra quienes querían correrme a gorrazos, y haberme quedado calvo para quienes quisieron dedicarme un calvo, lo mínimo era estar presente. Contante y sonante, rediós, piticlin, dígame, sí, aquí teléfono de la esperanza, el lugar adecuado para ponerme verde.

Lo mínimo que esperaba era un recuadro, tipo anuncio, con el dibujo de un tomate al lado, en clara y nada sutil referencia a lo que cualquier desalmado podría echarme a la jeta. Siempre y cuando se le antojara. Porque enemigos no faltan, en potencia: los chavales de ETA, a los que por activa, por pasiva y por perifrástica he llamado niños de papa y muchachos de teta fofa: mamá, sácame de la cárcel o me pongo en huelga de hambre.

Más: los curas más preocupados de las cosas de la moral que de los vericuetos de dios, amigos de la pandilleja de desagradecidos con la historia que les hizo libres y con derechos democráticos, reyes y reinos incluidos, expertos en oponerse al todo invocando el nombre, léase matrimonios homosexuales. ¿Me tenía ganado o no el hueco en el listín?

La verdad es que sí. Por listín, justamente; que ya lo dice el colega J.A., que somos un país de listos. De listos, y de inteligentes, remacha, por si a alguien no le queda claro. Sobran ejemplos: ¿ZP se queda sin ir al G-20?, será porque es un inútil diplomático; ¿ZP consigue la silla en el G-20?, ah, en ese caso es que va de prestao, así que también es un inútil diplomático. País demencial donde no importa el argumento, sino la conclusión. Estas mismas líneas son vivo reflejo del escupitajo verbal que campa a sus anchas en la neurona ibérica, barbitúrica, impávida, embustera.

Por eso, además, por darle caña a los míos, sean de donde sean los míos, que no tengo más patria que la bondad ni más frontera que la ilusión de un mundo mejor, creía yo que me tenía ganado un sitio brillante y pulcro en las páginas de los muchachos del ADSL capado. Una reseña en negrita, gorda, palpitante. Solicitada por quienes espolearon a Francisco José Alcaraz como agente político, por quienes dijeron que esto de las inmobiliarias eran cuatro pipas, o por quienes se subieron al carro para azotar a un Gobierno que tiene tanta culpa como las cuentas de Rodrigo Rato: empleo precario más despidos gratuitos igual a pleno empleo. Así cualquiera. Y que la banca gane, eso siempre.

Pero nasti. Mis ilusiones al traste. Algún inepto se ha comido la eñe en la ofimática de los telefónicos, y estoy donde no debo, sin eximentes de enajenación mental transitoria o las que pudieran aplicarse al caso. Ya lo siento. Paciencia. Lo mismo el año que viene tenéis más suerte, y me encontráis a la primera de cambio: juro que el camuflaje es involuntario.


(foto: Flickr)

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