Que Naciones Unidas haya dado la voz de alerta sobre la especulación urbanística desenfrenada en España aporta una idea de la situación a la que se ha llegado en nuestro país. El adjetivo “desenfrenada” lo pone el relator especial de asuntos de Vivienda de la organización internacional, Miloon Kothari, quien tampoco tiene reparos en afirmar que el problema de la vivienda en la piel de toro es el más grave en su sector en toda
No resulta habitual que
Así las cosas, da que pensar. La especulación inmobiliaria en España se encuadra en una de estas tres posibles categorías: conflicto internacional en ciernes, reunión multilateral de relumbrón, o papel mojado con titulares de objetivos ambiciosos.
Está claro que, en ese caso, andamos necesitados de una resolución vinculante, una Alianza de Inmobiliarias Civilizadas o un cúmulo de propósitos sin más propósito que tomar cuerpo de despropósito. Todo se alcanza, andando el tiempo.
Recuerdo una vieja caricatura en la que dos cascos azules se adentraban, casi por error, entre los restos de una de las miles de batallas que la humanidad libra consigo misma. Armados con escobas y recogedores, uno de ellos trataba de ingeniar algún mecanismo que pusiera fin al horror: “¿No habría que denunciar todo esto?”, inquiría a su compañero de faena. “Tú calla y sigue limpiando”. Esto es: bienvenida sea la labor del organismo con sede en Nueva York, pero más bienvenida aún si llega a tiempo de evitarnos algún disgusto, o de obligarnos a mirar hacia otro lado con la nariz arrugada ante nuestros, más o menos, desmanes con la propia especie.
En esta contienda bélica, desencuentro diplomático o despropósito de enmienda en que anda convertido el mercado inmobiliario doméstico, la advertencia de
Nadie cante victoria, ni por el internacional aviso ni por el, dicen, aterrizaje iniciado. Que inútil es reprender a quien caso no ha de hacer. Y el mercado, ya lo saben, no entiende de casos. Ni, por tanto, de reprimendas.
Publicado el 2 de diciembre de 2006. Página 3
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