En tres retazos

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20080805

Que vienen los rusos

Ojalá vinieran. Y no porque tenga nada contra Solzhenitsin, con quien tengo pendiente retomar la lectura de Ivan Denisovitch e iniciar cuantas puedan caer en mis manos. Ojalá vinieran los rusos, y entonces el sopor que se apodera del politiqueo en los rifirrafes parlamentarios caería por su propio peso... que es mucho, vista la pesadez y/o pesadilla de algunos debates “de altura”.



“Que vienen los rusos” fue una de las ocurrencias más chisposas del aburrido y hastioso Pleno municipal del pasado jueves. Algún avispado de la bancada popular lo masculló justo en el momento en el que la señora Gualda se echaba una tapita de utopías y paraísos perdidos, cantando las virtudes de la nacionalización de la banca. Que sí, que la Constitución prevé la intervención del Estado en la economía. Pero también prevé el derecho a una vivienda digna, y ya ves, garajes reconvertidos a 300 euros y más te vale dar las gracias. O prestar el ano para que practiquen con él el medievo. Tú mismo. Con tu mecanismo.

Así que algún pepero de los 13 que hay en el Ayuntamiento (perdón, 12+1, que no están los muchachos de Cerdán y Bayod para meterles el dedo en la superstición), vio un bigote recortado en el asiento de IU, y se le apareció Tita Stalin. Con más sarcasmo que miedo al soviet, claro. El caso es que quienes allí estábamos, entre el séptimo bostezo y la quinta comprobación de las pilas de la grabadora, nos echamos una mal disimulada sonrisa. Hasta doña Charo aceptó el bajonazo de sus rivales con más buen humor que orgullo herido.

Pero punto. Tampoco vaya a pensar nadie que la cita política municipal próxima al Altozano es un festival del humor. Y eso es algo que Albacete no se puede permitir. No ya porque vaya a ser sede del Museo Nacional del Circo, que de por sí sería motivo suficiente. Sino porque, hecha como está a sacar pecho por sus opciones de futuro, ya es hora de que los políticos locales le peguen una lección a sus compañeros de gremio en el resto del Estado. O del país, como dicen algunos. O de España, como quieren algunos que digamos todos, invirtiendo la carga de la culpa y llamando acomplejados a quienes no sentimos el orgullo pueril y necio de la tela rojigualda (copón ya la casualidad: roja y Gualda. Mil disculpas por lo manido del chiste, pero por una vez estaba justificado).

Desde esta atalaya dichosa que es contar con columna, quiero hacer un llamamiento a la alcaldesa y a las y los concejales para que manden los discursos escritos a hacer puñetas. Para que implanten una normativa municipal que permita a los speakers pasar sólo con papeles de datos, para apoyar sus intervenciones, pero sin una sola frase legible. Un poquito más de coco y naturalidad, sin que todo tenga que ser un “que vienen los rusos”, le daría a los plenos una pinta muy apetecible. Y, quién sabe, lo mismo viene algún juntaletras de La 2 para contar lo ocurrentes y originales que somos en El Llano, y consigue colar el vídeo entre un documental de leones y una frikada científico-populachera.

Las razones son varias, y justifican la petición. Una, que no hay quien se crea su implicación con su función pública: los papeles escritos están para ser publicados; pero a los escenarios del parlamentarismo se debería ir a eso, a parlamentar, a charlar, a debatir, a intercambiar. A decir “que vienen los rusos” o “que vienen los adolfitos”, lo que sea, pero sin agachar como un necio la cara para leer un papel. Ya sé. Ya sé que en tiempos de tiquismiquis políticamente correctos eso es un riesgo. Pero sin riesgo no hay beneficio.

Segunda razón, también poderosa. Les considero perfectamente capaces de asumir el reto. Y seguro que la mayor parte de la ciudadanía también. El relativismo, el todo vale, el “lo mismo me da ocho que ochenta”, lleva a considerar que cualquier necio vale para político. Que no cuenten conmigo. No me parece que ninguno de los que parte el bacalao sea precisamente un papanatas. Por eso mismo, que desenfunden su arte de la oratoria, y envainen los discursitos preparados y las mociones de burocracia inflada y tecnicismo leguleyo y barbitúrico.

Tercer motivo, y éste de consumo interno: para que los que estamos a este lado de la barrera no nos acostumbremos a dar trascendencia de exclusiva a lo que está al alcance de cualquier ciudadano. Ojo: con la boquita chiquita para que no me pongan en la picota. Pero con el poquito de seriedad que me queda tras tragarme los bostezos del “a favor, a favor, a favor”, mientras mi “espíritu local” se descojonciaba del compromiso, por u-na-ni-mi-dad con los derechos humanos en... ¡¡China!! Ni.

Publicado el 5 de agosto Página 5

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