En tres retazos

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20080817

Séptima legio y kamikazes

Pos qué bonicos que están todos con sus banderitas, sonriendo al millón cuatrocientos mil “voluntarios” que la mafia del Gobierno chino secuestra para dar brillo, y esplendor, a la enésima muestra de miseria para con la raza homínida. Hace unos días me rilaba de que nuestros 27 concejalitos aprobaran por unanimidad una moción reclamando a Mr. Jintao más protección de los derechos humanos. Que ahí me lo estoy viendo, al titi: “Albasete desil más lespeto, menda sel ahola paltidalio de la democlasia”. Y, mira tú por donde, estoy por darle la razón a los oliverios, los bayodos y los gualdos: hace falta que hasta el último mindundi se moje el culo en poner en la picota a los de las estrellas amarillas sobre fondo de tela encarnada.



Ahora bien, con la misma, hay que meterle el dedo en la nariz (y podría optar por lugares asaz antihigiénicos y menos amables), a la hipocresía que nos estamos gastando. Que si sólo es deporte, que si menos política, que si más reírse de las tontás de turno que haga el abanderado de cada país. Pues no, repuño. De renacuajo no entendía el boicot soviético a Los Ángeles 84, precedido del boicot yanqui a Moscú 80. Pero no es lo mismo: entonces era un enfrentamiento entre dos gigantes, en el que todo valía para pegarle un pescozón al vecino de enfrente. Hoy no. Hoy es cuestión de derechos humanos.

Hace 40 años, en los Juegos Olímpicos de México, los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos le pegaron un corte de mangas a los traseros acomodaticios de Norteamérica: se enfundaron un guante negro como muestra de desprecio a la política racial (¿o racista?) de su “gran nación”. Veremos si tenemos Smiths o Carlos en este Pekín, tan de marketing y tan de postín, que le canten las vergüenzas al capitalismo de Estado amarillo; y, de paso, a la mitad de los gobernantes del mundo (¡¡juas!!) “civilizado”, a los que se les antoja el trasero bebida gaseosa de extractos (esto es, se les hace el culo pepsi-cola), cada vez que codician el potencial mercado de los 1.200 millones de pares de ojos rasgados dispuestos a comprar lo que Papá Estado ordene.

Mi abuelo tenía en el recibidor dos llaveros. Los conoces, fijo. Son un clásico de bar de carretera. Uno decía: “Soy apolítico, lo mismo me dan los de la derecha que los joputas de la izquierda”. El otro, casi igual: “Soy apolítico, lo mismo me dan los de la izquierda que los joputas de la derecha”. Pues, yayo, con tu permiso, te tomo prestada la idea: soy anolímpico, lo mismo me dan (por ahí) los destripaterrones del Gobierno chino que los gaznápiros lameculos de Occidente. Voy a ir la fábrica de llaveros a ver si me hacen uno. Para lucirlo. Ay, Atenas, qué han hecho de ti.

(Sé que os había prometido, en privado, un artículo sobre la séptima legio, el año 217, los kamikazes y mil cosas más. Sorry. A la vuelta de Feria. Hasta entonces, con permiso, me voy de vacaciones. Au revoir!)

Publicado el 8 de agosto Página 3

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