En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
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Adios, Madrid

20090128

Matemática pura

"¿Corrección coyuntural del mercado, o fin de la fiesta especulativa con inicio de recesión? Son los términos de un debate ligado a una materia de especial sensibilidad social: la vivienda". Así se encabezaba la información publicada el 20 de agosto de 2007, cuando hablar de recesión era, todavía, un imposible para muchos economistas. Es uno de los trabajos que recuerdo con más cariño. Tras una semana de investigación, que me condujo por vericuetos tan apasionantes como los blogs de Marc Vidal, Antonio Noguera o la delegación española de la BBC, di salida a estas tres páginas. Nunca estaré suficentemente agradecido a Alberto Navarro por el fenomenal fotomontaje central. El diseño fue obra de Rafael Carboneras.

Parece que, después de todo, no estaba tan equivocado, y la recesión era cuestión de meses...



¿Es que a alguien le ha pillado por sorpresa? La crisis, la crisis, la crisis, el asunto que prácticamente monopolizó el T1PxU de Zapatero en TVE, es ya oficial. Recesión. Y lo que es más grave, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Bruselas auguran un 2009 aún más amargo de lo que nos imaginábamos. Nos anuncian, estadistas mediante, que este año el Producto Interior Bruto (PIB) español se encogerá un 1,7%. Y que la cosa seguirá en 2010, piano piano, pero siempre en cifras negativas, en torno al 0,2%.

El secretario de Comisiones Obreras (CCOO) en Albacete, Francisco de la Rosa, despacha el sublimado sin receta, y confirma que en 20 años en la organización no ha visto nada parecido a lo de ahora: una empresa de la construcción echa el cierre cada semana, y el goteo de despidos individuales invade los despachos de los sindicatos. En el mimso edificio, dos plantas por encima, su homólogo en la Unión General de Trabajadores (UGT), Eduardo Mayordomo, también expresa su preocupación. Tenemos más trabajo que nunca, sentencia, sin apercibir el contrasentido de expresiones como esa en coyunturas como la presente.

Vale. El drama es de aúpa. Pero el mosqueo del currito, del ciudadano de a pie, del ama de casa, calle, tienda y urna, es todavía mayor. España está inmersa en una realidad paranoide continuada: primero, en un año hay casi un millón exacto más de parados registrados en el INEM-SPEE, pero encontrar un hueco libre en un restaurante a las tres de la tarde de un domingo sigue siendo tarea de lámpara mágica de Aladino; y, segundo, consideraciones gastronómicas a un lado, la banca grande y la no tan grande aprietan la ganzúa del crédito, mientras presenta resultados de majestuosa indecencia. Indecencia, sobre todo, porque encima se lamentan.

También yo he llorado las penas económicas. Y no porque hoy por hoy comparta destino con más de tres millones de semejantes. No. He llorado porque, cuando y donde he podido, me he desgañitado para advertir el final de fiesta, en tiempos en que era de catastrofista poner el dedo en la llaga del sentido común: si un país P crece al 4 por ciento anual, sobre las premisas de un ladrillo L y una banca B que cabalgan a lomos del 25 por ciento anual, la crisis sobre un resto x de la economía ha venido servida sin trampa ni cartón. Matemática pura. Para que L+B+x=P, siendo L>P y B>P, una de las tres, L, B o x, tienen que decrecer en algún momento.

Así que, cansado como estoy de llorar, es de ley que me ponga mosca cojonera. Por ejemplo, preguntar a todos los catedráticos y profesores de economía, a todos los analistas financieros, y a los servicios de estudio de los que todo banco se dota para vestir de Gucci su comportamiento antropófago. Preguntarles en qué estaban pensando, en qué carallo estaban pensando, todos los años de atrás. Será conveniente preguntárselo también a los titulares de Economía de unos y otros gobiernos, a los responsables de la promoción industrial y a los miembros con cartera municipal que tan golosas les resultaron ciertas recalificaciones.

Con ello no aspiro a que alguno agache la cabeza, primero, y reconozca que el interés ciudadano, segundo, se la trae floja. Porque lo primero se deja para los films de héroes made-in-Cienciollywood, y porque lo segundo se da por descontado, lo concedan o no. Y lo tercero, que viene ahora, es que los españolitos (y los francesitos, y los alemanitos, y los inglesitos, esto es mundial colega), quisimos imitarles, mirando sólo por nuestro bolsillo, y embarcándonos en créditos imposibles hasta para unas vacaciones.

Nos creímos que la fiesta no acababa. Que todo se podía pagar. Hasta que llegaron los platos rotos. Para esos ya no hay crédito. Eso sí, bandoleros históricos como somos, la culpa de todo la tiene ZP. O Yoko Ono. Mira que tenemos güevos. Grandes. Y bien puestos.

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