En tres retazos

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20090603

El socialismo que fue

Publicado en Confidencialba, el martes 2 de junio


Y quizá ya no será. Hay un lugar en Albacete en el que se respira la magia de la transfusión entre la meseta y las pinceladas de los primeros valles con aroma de sal mediterránea; un lugar en el que la historia de las mansiones que acogían a los patricios camino de Zaragoza o de Valencia se torna vanguardia de carril bici, el más extenso de Europa; un lugar en el que los sudores de millares de manos esforzadas, no sumisas, laboriosas, no resignadas, dio lugar a una generación de titulaciones superiores. Un lugar que huele a campo y a política, y donde, por eso mismo, el fue y el será no siempre están unidos por una línea coherente. Ese lugar se llama Valdeganga.

Por eso algunas cosas que iban a ser no fueron. Y no serán. Por ejemplo, el mitin que dieron el pasado lunes dos de las joyas de la corona del socialismo albaceteño, que reivindican su presente, con o sin el permiso de algún capo, y el futuro de todos, con o sin el aplauso del respetable. Seis toros, seis, para el ex presidente de las Cortes y ex secretario general del PSOE albaceteño, Fernando López Carrasco; y para el ex alcalde de Alcaraz y ex presidente de la Diputación provincial, Juan Francisco Fernández Jiménez, que nos interesa aquí, sobre todo, por ser también ex director de la Oficina de la Junta de Comunidades en Bruselas.

El Aniversario que no fue
Primer botón de muestra de cosas que pudieron ser y nunca serán: un cartel de lleno en la Casa de la Cultura de Valdeganga. Los rejoneadores de la tarde quizá lo merecieran, pero un exceso de confianza o un defecto de timidez limitaron la promoción de la corrida a una vuelta de 20 minutos en un coche con micrófonos. Y que vivan los años 80, ¿cierto?, que son ya historia y bien enterrados queden. A partir de ahí, varias son las pinceladas del mitin que pudieron ser otra cosa y, quizá, nunca lo serán. Queda al juicio del lector, y en todo caso a beneficio de la duda, si las palabras que allí fueron (de ir) también lo fueron (de ser), y si por ventura alguna vez serán.

Segundo botón de muestra. Fue tanto el ímpetu europeísta que puso en su intervención Fernández Jiménez, JFFJ en lo sucesivo y para los amigos, que cambió de significado un 30º Aniversario: lo es, sí, de los primeros ayuntamientos democráticos; y no, como se obcecó el orador, de las primeras elecciones europeas. Ése fue su arranque. Su primera verónica. A partir de ahí, si su mitin se hubiera producido ante una plaza de toros, y no ante una cincuentena de simpatizantes, habría cosechado galones para pasar a la historia. Todos los elementos jugaban en su contra y, de forma extraña, en coalición para salir por la puerta grande. Empiezan las cornadas.

Segundo pase torero. JFFJ reivindica el orgullo de propagar la fe socialista a partir de pequeños escenarios como el del lunes. Y remacha: “Somos los terminales inteligentes del partido”. A continuación, el metal del pie de micro y el del atril hacen “base” y los efectos especiales sacados de la peor pesadilla industrial inundan la modesta Casa de la Cultura. Más de un corazón sensible estuvo, en ese momento, más cerca de ser “terminal” que de ser “inteligente”. O de acabar “partido” que militando en el partido. Pudo ser una máxima de campaña. Pero la tecnología lo impidió, y ya nunca lo será.

¿Qué se perdió de 1978?
Más. El ex presidente de la Diputación rescató algunos episodios cruciales de la historia de España para enfundarse en defensor de la importancia del sufragio activo. Uno de ellos, el 6 de diciembre de 1978, fecha del refrendo popular a la Constitución española. Su observación, si se diera por cierta, nada tiene de objetable: “la fuerza del voto en el 78 empezó a pararle los pies a los nostálgicos”. Sea. Pero apúntese que también resulta nostálgico mirar al 78 —han pasado casi 31 años—, y que aquel espíritu hoy perdido puede estar en el origen de que la importancia del voto, que pudo ser, quizá ya nunca será. ¿Qué se perdió de la Constitución a esta parte? Una oportuna reflexión evitaría recordatorios innecesarios en una democracia, como es la de la importancia de votar.

Otra. Europa como “necesidad” y como “decisión inteligente”, surgida para poner fin a la barbarie de los 50 millones de muertos invertidos por el poder en el control de las minas de hierro y carbón entre Francia y Alemania. “Jean Monet y Robert Schumann —nota del cronista: busquen en Wikipedia si es preciso—, determinaron que aquello no podía ser, que se podían explotar las minas en común, y en paz”. Las hemerotecas, que tienen esa capacidad —aunque han perdido la costumbre— de ser Pepitos Grillo, recuerdan que en 1995 los dirigentes europeos consintieron el bombardeo sobre Serbia, aun sin mandato de la ONU. Es pues, tanto “necesidad” como “decisión inteligente” de su ciudadanía que, rotos los principios filosóficos que dieron nacimiento a la UE, se replantee su participación en la elección de unas instituciones que pudieron ser, pero que quizá ya nunca serán.

El Botín de Emilio y el frac de Vlad
Una de las ovaciones más sonadas se la llevó en el lance de los jóvenes del pueblo, ya no tan jóvenes. Esos “35 ciudadanos universitarios del máximo nivel”, que le dieron pie para hablar del “relevo generacional” y recordar que “han podido serlo gracias al sacrificio de sus padres y de sus abuelos”. Emotivamente es irreprochable. Económicamente habría sido pertinente recordar la entrada de las Empresas de Trabajo Temporal, el crecimiento urbanístico desordenado iniciado en 1996 y consentido por propios y extraños, así como la apertura de la veda de los nombramientos y las golden share al frente de corporaciones públicas privatizadas.

Vaya. Que no se puede vestir a la vez la gorra del Che, el Botín de Emilio y el frac del conde Vlad —se insiste en las bondades de la Wikipedia para quien pierda comba—. El capitalismo salvaje pudo ser y ya nunca será, General Motors dixit, aunque es una lástima que haya habido que esperar hasta el siglo XXI para volver a leer a Rosa Luxemburgo. Nos habríamos evitado bochornos de stock options y quién sabe si casi 4 millones de parados. De qué valores se haya insuflado en el espíritu de esos 35 ciudadanos universitarios dependerá, en buena parte, la gestión que hagan de la presente crisis y de su más que previsible salida. El debate no es recuperación sí o recuperación no, sino recuperación cómo.

JFFJ lo sabe bien. Porque se inflama al denunciar que se ha incrementado el egoísmo, y que se ha primado el “llegar primero” por encima de “llegar a la vez y a tiempo”, que es lo bueno y es lo justo. “No se puede adorar al mercado, ¡ya esta bien del vellocino de oro! ¿Pero es que estamos en la época de Moisés o qué?”, estalló el ex bruselense de adopción. Y en su cólera anticapitalista fusionó en uno el mito helénico con el “becerro de oro” que los israelitas fundieron en ausencia de su rey, que estaba de charleta con el dios Yahvé para plasmar en diez mandamientos las leyes. ¿Cuántos de ellos no vendrían hoy a cuento? No robarás, no levantarás falso testimonio, no codiciarás los bienes ajenos… ¿Se pagan los socialistas de 2009 una ronda por los pecadillos que puedan ser confesados, cometidos en épocas de vacas gordas? Y que, así, lo que fue, nunca vuelva a ser.

Un mal pacto, un buen pleito
Pudo ser, y ojalá nunca sea, la directiva para establecer una jornada laboral de 65 horas semanales. Presume el socialista, y con razón, de que fue un colega del Parlamento Europeo, Alejandro Cercas, quien dio el alto al desparrame laboral que algún marciano pretendía institucionalizar. Vale. Bien. Pero las leyes no van para la primera ni para la segunda vez que son holgazanas respecto a la realidad. Esta corre más, y la política ha de ser a pie de calle más que en despacho de leguleyo. ¿Cuántas empresas “amigas” no hay que practican, si no 65, sí 60, 55 o 50 horas semanales como hábito? De haber empezado por ahí, ciertas directivas que quisieron ser quizá ya nunca habrían sido. La clase política goza del poder coercitivo suficiente. Hay miles de ciudadanos esperando su uso, antes de que les repitan, a cinco minutos del estrado en el caso por "despido objetivo", aquello de que “mejor un mal pacto que un buen pleito”.

En total, el de Alcaraz echó 50 minutos, con su estilo irónico y ácido, en los que se pudo oír desde referencias como “Durao Borroso”, con o, hasta atribuciones de intenciones al PP: “¿Quién mató a Manolete? La dirección del Partido Popular diría que José Luis Rodríguez Zapatero”. Un asiduo de los mítines socialistas y de este Confidencial asegura que a JFFJ se le puede puntuar con un seis, y al otro maestro de la tarde, Fernando López Carrasco, con un siete. Este último fue un mitin de casi tres cuartos de hora. Y sí, esta segunda crónica también pudo haber sido. Pero ya nunca será. Eso es lo que ocurre por elegir un lugar como Valdeganga.

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