En tres retazos

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Adios, Madrid

20090611

Shakespeare o Luis Miguel

Publicado en Confidencialba el lunes 8 de junio


Son las diez menos cinco de la noche del domingo 7 de junio. En la sede socialista en Albacete, en la calle Pedro Coca, se agita algún banderín. El Salón de Actos de la planta baja no registra ni la mitad del lleno. "A unas europeas vendrá poca gente", había asegurado a mediodía un ideólogo del partido. Bueno, contando con lo que hay, abstención, crisis, desencanto... Contando con todo eso, no está del todo mal. Faltan cinco minutos, cuatro ya, para que la televisión escupa los resultados de las elecciones. Pero en la pantalla sólo se ve Cuatro. Se ve, pero no se oye. Y emite Callejeros. A ver si vamos a ser los últimos en enterarnos. Que tendría delito si hemos ganado.

30, 29, 30, 32. La improvisada porra arroja cifras entre la ilusión agazapada de las miradas septuagenarias, y las cantidades esbozadas al tuntún. "¿Cuántos se eligen, caballero?". Así está el patio. Ni siquiera todos los que militan, y por tanto votan, saben del todo qué es lo que se vota. Pero sí a quién votan. Y quién quieren que gane. "Socialista, siempre, sí señor, a la derecha nunca. ¿Cuánto es la mitad? ¿Veinticinco? Pues pon dos más". El abuelo, así llamado con total cariño, erguido, orgulloso, desafiante, no escucha a razones. Más de la mitad no creo que sean, le dicen al lado. "Si no se sueña no se consigue". Salvatore Roncone, el protagonista de La Sonrisa Etrusca, estaría orgulloso. "Estos son de los míos, partisanos, calabreses, amantes del vino, el queso y las mujeres", habría dejado escrito José Luis Sampedro.

22, 23, 20, alguno incluso 18. Los tecnócratas, así llamados también con total cariño, gente de la base pero que quien más quien menos tiene su negocio hecho con, para, en o desde el partido, saben que el hueso es duro de roer. No se arredran pero, cabizbajos, sólo admiten una sorpresa como argumento para salir airosos del lance electoral. Son la generación intermedia entre los jóvenes de 70 años y los carcas de 20 en que se ha convertido la generación con mayor formación académica de la historia de España. Al menos, los de 20 aquí presentes no se adocenan. Bastante tienen, como sus colegas de Nuevas Generaciones, o los de las Juventudes Comunistas, con ser parte de la política activa y en directo. En primera línea. Jugándose el tipo, y a veces jugando con fuego. Quemándose incluso.

'Soft punk' y Frente Popular
El secretario local de los cachorros de la rosa y el puño, llamados también y dicho sea por tercera vez, y cuantas veces sea necesario, con todo el cariño del que es capaz la tinta digital, Manuel, se afana en agitar el banderín socialista. Ha sido el primero en hacerlo, y al final de la noche será el último en batirse en retirada. Mientras tanto permanece en duelo con el destino. Se ve David contra el Goliat de los cuatro millones de parados, pero a fin de cuentas en la pasada campaña el PSOE ha hecho de la necesidad virtud: agitó en la coctelera la estética soft punk, el agitprop del Frente Popular, la desvergüenza de Ernesto Guevara y una exhibición de poder a razón de 11 mítines diarios en la provincia.

Y lo que le salió no ha estado del todo mal. Tres puntos y medio, con el vendaval presente, es victoria pírrica del PP. Claro que su rival le ayudó: hacía tiempo que no se recordaba una campaña tan low profile (bajo perfil) de los de Génova-Muelle. Los de mediana edad lo saben y dan palmas con las orejas. Se han liado a hablar del Falcon, del aborto y se han quedado en garzones con algunos asuntos, y mientras El País abría tres días seguidos con las señoritas de compañía de Berlusconi, no vaya a ser que algún Pedro Jota o similar se dé cuenta de las pifias.

Los de 20, aun formados, aun críticos, aun participativos, sólo intuyen la campaña de bajo perfil. Pero eso, así, sin estudio científico, les da más fuerza: trabajadores vs. especuladores, reza el slogan clave del PSOE-2009. Tienen tiempo de crecer y decidir si se les caen, como cantaba Javier Krahe, la O y la S de las siglas. Incluso, depende de Obama y de sus sucesores, hasta la E: "¿Es socialista? ¿Es obrero? ¿O es español solamente? Pues tampoco cien por cien, si americano también. Gringo ser muy absorbente. Cuervo ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú, por Manitú. Hombre blanco hablar con lengua de serpiente".

"Venga, lo que cuenta"
Basta de cantautores. Son las diez y algún genio de la te-de-té ha conseguido sintocinar la primera y darle volumen. Datos de participación. Algún comentario susurrante. Expectación. Conexión con la vicepresidenta y el ministro del Interior. Rubalcaba da ocho pasos hasta el atril. De la Vega da dos más: son más cortos y su puesto queda un poco más lejos. Desde que aparecen en escena transcurren 17 segundos hasta que se escucha un sonido reconocible: el ministro desdobla un folio con resultados. 11 segundos más en total silencio. María Teresa rompe el hielo: "¿Empezamos? ¿Sí? Buenas noches".

Jornada tranquila, agradecimientos a la ciudadanía y a los agentes de la seguridad, otra vez datos de participación. "Venga, venga, lo que cuenta", grita un militante a 250 kilómetros de distancia. Es decir, en Pedro Coca. Murmullos. "Silencio, ssshhh". Dos minutos. Y nada aún. Tres. Ahora, ahora sí. Parece que ya. "Uff, qué seriedad", observa un espectador. "Es ella, es así", repone otro. Ahora: Partido Popular, 5.802.890 votos, porcentaje del 42,03, 23 escaños; Partido Socialista Obrero Español, 5.336.994 votos, porcentaje del 38,66 y 21 escaños. El recuento sigue, pero entre socialistas y populares no hay nada más allá del bipartidismo. En algún sitio sonarán botellas de cava (o de champagne, por si queda catalanofobia) descorchadas. Aquí lo único que se bebe es la decepción. Y lo peor está por llegar.

"Te voy a decir una cosa, y pon mi nombre si quieres", dice un periodista que ha trabajado en varias administraciones, Subdelegación, Ayuntamiento y ahora Sescam y Bienestar Social, "medio millón de votos no es nada, no han ganado". No está aplicando ningún bálsamo, ni a sí mismo ni a nadie. El retroceso medio de los partidos socialistas europeos se estima de tal calibre, que sortear una crisis de caballo con sólo 3,5 puntos porcentuales de voto por debajo del vencedor es pecata minuta. Cierto, pero es un allegro ma non troppo. Lo peor, se insiste, está al caer.

Dos y dos son cuatro
Llega al lugar de autos la alcaldesa. Se diría que Carmen Oliver está algo descompuesta. Sonríe y se muestra atenta, que es cosa que además de aprendida es seguro que lleva en la genética. Pero va con prisas, con la mirada algo desencajada. Quizá sea el cansancio de la campaña. Quizá el de la jornada. Quizá el de algún recuento en alguna mesa. En la del periodista mencionado, la victoria del PP ha sido apabullante: 8 a 1. Aparece en acción un concejal socialista de la capital. Violento, no, pero sí contrariado; enojado antes que abatido, más bloqueado que distante. "20 puntos, hemos perdido por 20 puntos". En la ciudad, claro. Doce mil votos menos, que con dígitos impacta más: 12.000. Dice el edil que en su mesa la proporción también ha sido brutal: 7 a 1. Se ha salvado Fátima, parece ser, y algún que otro barrio.

Es cosa de ciencia: dos y dos son cuatro, pero cuando alguien se empeña en ver tres, la desautorización de la realidad humilla más que la propia realidad. De la calle Muelle llegan noticias: los del PP se van a celebrarlo a La Posada Real. En Pedro Coca las celebraciones tienen otro cariz: "voy para casa", "¿te acompaño?", "bueno, pues a seguir", "a esperar unos añitos". Nadie pregunta por Europa: el centro-derecha se hincha hasta las dos terceras partes del Parlamento.

Populares, socialcristianos, democrata-cristianos, liberales y conservadores (menuda amalgama), van a tener cinco años para sacar sus propuestas adelante, aunque no cuenten con la complicidad de las izquierdas moderadas, como en la pasada legislatura. El PSOE tiene cinco años para decidir si sus tambores anticapitalistas de los últimos 15 días han sido de Shakespeare o de Luis Miguel. Esto es, el sueño de una noche de verano, o "toda una vida me estaría contigo". En España, cuando la guerra, la de Irak, a punto estuvieron de lo segundo.

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