En tres retazos

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20090819

Café con hielos... en plural

Publicado por Rafael Retuerta en Confidencialba


A cada cual nos da por lo nuestro. Que es una de las cosas buenas, me digo, de las libertades. Mientras no se haga daño a nadie, y antes de que la crisis la aproveche algún Berlusconi de turno para meternos el miedo a todo lo que venga de fuera o tenga la piel tostada, quiero tener derecho a defender lo mío. Le explico lo de “lo mío”. ¿Mis propiedades? No creo, porque no las hay; ¿Mis convicciones, dice? Hombre, en función del parné que usté me enseñe, que estamos en crisis y hasta los intangibles se pueden poner en venta. Pero mis caprichos, esos no me los toque. Esos no. Esos ni por todo el oro del mundo.

Si quiere, se lo canto como Manolo Escobar En un lugar de la manga: “Por favor, el orgullo no me venga a comprar, que yo sé perder antes que ganar”. Así que de todo lo demás, si quiere, hablamos, negociamos y hasta nos mentimos. ¿Que tiene usted, digamos, el capricho de abaratar el despido? Bueno, pues si es por capricho y Dios mediante, sea; quicir, amén. Total, lo único que puede pasar es que en lugar de conseguirlo ahora, lo consiga dentro de unos años. Por más que trinen los sindicatos, que como ya sabemos, y no nos echemos las manos a la cabeza ni nos rasguemos las vestiduras, cantan lo justo; lo que les dejan. Lo que gente como usted les permite. Así que mejor ahora, con agostidad y alevosía: que la peña se entere tarde, mal y nunca.

Piense, si no, en lo que dijo Oscar Wilde: que la única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho es más duradero. Así que, yo qué sé, si usted lo que tiene en la entrepierna por capricho es seguir cortando el bacalao, por más que les cueste encontrar candidato más que a Chiquito dar con un pulpo en un garaje, jarl, pecadorl de la pradera, lo suyo es que aproveche los veranos para reordenar al personal. Que ya me consta, ya, que está en ello. Moviendo fichas. Intercambiando cromos. Que en septiembre todo lo más. Bueno, pos ea, pues si es capricho qué se le va a hacer. Aunque al final no salga. También tengo yo los míos y no consiento que nadie me diga ni mú, aunque no siempre se me cumplan.

Pruebe. Pruebe a tocar en una guitarra el Capricho árabe de Francisco Tárrega y se dará cuenta de hasta qué punto los caprichos son vericuetos insondables de la sensibilidad humana, complejos, retorcidos, hermosos pero sin mesura ni razón que les asista. Por eso yo respeto si usted tiene el capricho, pongamos por caso, de regresar a un consejo de administración en el que debió velar por el destino de los dineros, que no eran suyos sino de sus impositores. Y que quiere volver a ese puesto precisamente porque no le dejaron hacerlo. Oiga, es que no hizo su trabajo. Usté mismo lo dice. Pero pase, venga, hale. Dale, boludo, como se expresan nuestros primos porteños –viene al pelo, lo suyo es de juzgado de Mafalda–. Si es capricho, vía libre, semáforo en verde y el Banco de España proveerá. Total, de hambre no se va a morir, eso fijo; así que mejor es que le tengamos fichado y controlado, antes que deambulando a saber en qué empresa y jugando a saber con qué números.

Pero por eso le digo, le quiero decir, que me consienta usté a mí mis caprichos. Y uno de ellos, oiga, uno de los que más me saca de mis casillas, es que el servicio de hostelería haya olvidado de manera masiva que el café con hielo se sirve con varios hielos, no con uno industrial, orondo e indestructible. Que lo gracioso del café con hielo no es tomar el café frío, que también, sino y sobre todo el repiqueteo de los cubitos, mientras se deshacen, en la copa o vaso que sirve de contenedor y refrigerador. Y entiendo que la opción ahora mayoritaria sea más funcional, más práctica y quizá, digo quizá, también más ecológica. Pero lo mismo no va por ahí lo de luchar por un planeta más verde. No sé. ¿Cree usté que si nos sentamos y lo discutimos lo mismo llegamos a un acuerdo, y a cada cual su capricho y con él viva feliz? Venga, que todo es ponerse. Antes de que acabe el verano, si puede ser. Mírelo, y ya si eso me va contando.

2 comentarios:

  1. Echarle hielo a un café (sean trozos pequeños o sea un mazacote industrial, tanto da) debería estar penado con cincuenta azotes con una vara de avellano.

    Forma de desgraciar el café, rediós...

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  2. Sota, que es verano, y si no hay tinto de verano la casera ni hielo con café, no hay verano. Aunque si vuesa realeza considera que es delito de lesa majestad, nosotros, humildes pajes, reconsideraremos la opción.

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