En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
con memoria o sin fortuna, que llegaron o que no quisieron quedarse...
y algún experimento de periodista que busca su espacio en la red

Facebook / Twitter

Confidencialba Mi actual proyecto profesional, del que soy editor.
Sus principios son independencia, crítica, certeza e información.

También en Twitter y en el desaparecido Soitu.es

ContraTitulares Primera experiencia blogger.
Única referencia durante mucho tiempo con ese término en Google.
La aventura terminó cuando dejé Madrid por Albacete... pero cualquier día regresará

Adios, Madrid

20100217

Carnaval sostenible

De Confidencialba. La columna del editor.


La columna del editor Por Alfonso Piñeiro

Qué bueno, me digo, que estemos en Carnaval. Es una manera sandunguera, si acaso una de las mejores, de saber que todo puede ser tomado a ritmo de chirigota. Samba de Janeiro y de Belén Esteban, para asombrarse con los mensajes travestidos de los drag-queens de la cosa pública, y aplaudir el disfraz de cierta gentuza que es imposible que se crea lo que dice. A lo loco , a lo loco el discurso en tanga desvergonzado de mengano, el plumaje verde y sostenible de fulano, la traca de voces impostadas… No es como el 28 de diciembre, no. Pero casi: baile de máscaras de quienes visten el traje del emperador.

Qué bueno que estemos en Carnaval. Así, por unos días, el funcionario temporal de turno (pues no otra cosa son los políticos), pueden ponerse sensibleros en una Convención sobre Cambio Climático y Sostenibilidad. Decir que se creen esto y lo de más allá. Confundir 70% de energías verdes con 70% de electricidad consumida procedente de fuentes renovables. Todo el mundo sabe que es una explosión súbita de fuegos de artificio, porque es Carnaval. Y así ha de ser, para que nadie se lleve a engaño.

Qué bueno que estemos en Carnaval. Permite a empresas que reciben “amargos” por su falta de transparencia informativa –no siempre, no todas, seamos justos– ser a la vez sponsors de la cosa ecologista, mientras los congresos que patrocinan dejan fuera de juego a los sesentayochistas que toman el micrófono en el turno de preguntas presentándose como “un simple ciudadano”. Turnos de preguntas que, por cierto, son el único reducto en los que hacer posible, si es que se hace posible, esa máxima de la “participación ciudadana” de la que presume todo Ayuntamiento que se considere contemporáneo. Y sostenible, faltaría más.

Qué bueno que estemos en Carnaval. Porque así saben esos nostálgicos de Jean Paul Sartre, el Che y Mahatma Gandhi, como saben los ponentes del “cine de barrio” del cambio climático (acaso lo sepan desde antes y con más convicción), que esta función casposa de sobremesa es una tómbola, tom, tom, tómbola, de luz y de color. Como la vida, como las ideas, como el poder. Como el terruño pacífico de los Eurocpoters EC135, los programas de entrenamiento de pilotos de la OTAN y los aeropuertos de seis millones de euros en publicidad institucional. Elementos de pro que aseguran el desarrollo y el porvenir.

Qué bueno que estemos en Carnaval, se dice, se repite y se insiste en ello. Así los muchachos y las muchachas de la prensa saben, conocen e identifican la broma ligera de traer a un Nobel llamado Pachauri, a una ex primera ministra de Noruega o al creador de la campaña climática de Barack Obama, guanche para más señas. Es decir, quizá no orgullo pero sí reseña de la capacidad patria. Chuminadas, concluyen, los plumillas o casi mejor sus jefes. Quiere decirse sus editores, los mismos que trafican con la información en función de quién suelte prenda financiera, sobre todo ahora que estamos en crisis. ¿Independencia? Déjate de tanta gravedad, chaval, y baila, que estamos en Carnaval.

Qué bueno este Carnaval permanente. Las ponencias marco del indio de la India, de la noruega o del canario yankee son operetas bufas de lo que a fin de cuentas importa. Y quien no lo sabe es que todavía no se ha enterado de qué va la fiesta. Se toma nota de la rueda de prensa tasada a veinte minutos, y se toma prestada la nota de la agencia de turno; que para eso se paga, aunque luego sus plumillas y los de cada casa cobren una miseria sonrojante, y a los políticos se les hinche la moral hablando de los medios de comunicación, tan necesarios, tan objetivos, tan patatín y tan patatán. Por eso la hiperinflación de cámaras de televisión sólo se hace presente en la introducción y en la clausura de tres jornadas de perfil internacional. Esa introducción y esa clausura donde largan por esa boca pecadora que las urnas les han dado nuestros mandarines de patria chica. Curioso que sean tan mandarines y bocazas, cuando de todos es sabido la boquita de piñón que se gastan en la República Popular China.

Suma y sigue, qué bueno que estemos en Carnaval. Mientras Albacete descorcha botellas de champán de comercio justo por la buena nueva de la revolución verde, el azote de los curritos allende la capital, sr. Díaz-Ferrán, pide que el despido improcedente cueste 20 días. Y todo el mundo sabe que es un disfraz: ni 20, ni 45; si nos pusiéramos serios sería gratis total, para que despedir a un albañil porque me sale del colgajo o de la bisectriz (según género), no me cause traumas. Que estamos en crisis, ceporros, y hay que ahorrar. Y no me aprieten no vaya a ser que recuerde Auschwitz.

Hace días otro Ferrán, el Adriá, anunciaba el cierre temporal de su Bulli. Ayer corrigió: el cierre es definitivo. Y menos mal que estamos en Carnaval, rediezla, sapristi, porque de otro modo ni él ni nadie se atrevería a llamar restaurante a lo de Adriá. Pero en esto, como en todo, si no habláramos el lenguaje de la mentira oficial que hasta el más tonto se gasta en esta España cateta y envidiosa, y de pandereta, no nos enteraríamos. Por eso en Carnaval nos disfrazamos. Para ser más naturales que nunca. Para ser lo que querríamos ser. Carnaval, carnaval, carnaval te quiero.

0 alegatos:

Publicar un comentario