En tres retazos

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20090307

¿Quiere usted el ticket? / 1 año después

Se cumple un año del asesinato de Isaías Carrasco a manos de ETA. Entonces publiqué este artículo. Tómese como una reposición, y como otra voz activa contra la barbarie.


A punto han estado de conseguirlo estos cabrones. De que cambiara el artículo que tenía pensado para hoy. De que por su falta de cerebro y sus tiros en la nuca cambiara de registro. Pero nones. Me llevaría a politizar. Y a ciscarme en su madre, que bastante carga tiene ya con haber parido a un asesino demente. Y a poner de vuelta y media a los políticos que piensan que es bueno sacar de paseo a estos terroristas de medio pelo, de forma machacona durante cuatro años, con tal de sacarse unos votos de la manga. De la cobarde manga de la instrumentalización.

Pero no. Me salva, nos salva, que hoy toca jornada de reflexión. Y no se puede hablar de cosas de votos, ya vengan de barbudos con niñas o de zetas con buena suerte. Es caquita. Caquita legal: eso no se toca. De no haber sido por ello, hoy habría dedicado íntegro este espacio a hablar de esas dos cagarrutillas, dos niñatos que se creen muy vascos los muy necios, y que no tienen ni media hostia; pero que llevan su parabellum para ocultar su complejo de mosca intelectual y política, de chuscos perros de presa.

Ténganlo en cuenta, pues, y no me condenen. Frente a la repugnancia, ni media palabra. Más que repudio, es silencio lo que deberían provocar. Dice el tópico que los terroristas atentan cuando pueden. Y un cojón de pato, con perdón. No es políticamente correcto, pero ni de coña acepto eso de que “cuando pueden”. Atentan cada vez que quieren. Cuando les da la real gana. Cuando se les pone en la entrepierna. Porque calzarse un percutor, y pegar cuatro balazos 9 milímetros por la espalda, o de frente, es muy, muy fácil. Basta con tener el arma. Y pum.

Aquí me tienen. Prometiendo que no voy a hablar de esta pandilla de babosos y, como el soneto de Quevedo, burla burlando van tres párrafos. Y el cuarto entrando con más suavidad que el dedo del asesino en el gatillo de la ignominia. Digo que un nazi abertzale atenta cuando quiere. Y lo mantengo. Da igual que esté activado el nivel 3 de alerta policial, como así sucedía. Es imposible controlar todos y cada uno de los objetivos de un malnacido. Y más cuando el objetivo es un currela de un peaje de autopista, de los que sólo cruza con usted un “buenos días” y, a lo sumo, un “¿quiere usted el ticket?”.

Vaya una mierda de izquierda, cargándose a un currito como el que puede cruzarse cualquier día, en el bar, echándose un cafelito y un par de chupadas más al piti, “que tengo al jefe mosqueado”. Vaya una mierda de terrorismo, que busca cepillarse al último pringao, con perdón para el concejal, al que le honra, precisamente, ser un pringao. Un don nadie. Y es lo que nunca entendió Francisco José Alcaraz, cuando afirmaba, el muy sátiro, que “las víctimas no han muerto para esto”. Precisamente, inútil, murieron por nada. Eso quieren ellos, los botarates de ETA: que nuestras víctimas sean mártires. Y están ganando. Qué estropicio. Que alguien reaccione. Y a votar.

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