En tres retazos

Al mismo que me condena Articulos de Alfonso Piñeiro, publicados en cualquier soporte,
con memoria o sin fortuna, que llegaron o que no quisieron quedarse...
y algún experimento de periodista que busca su espacio en la red

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Confidencialba Mi actual proyecto profesional, del que soy editor.
Sus principios son independencia, crítica, certeza e información.

También en Twitter y en el desaparecido Soitu.es

ContraTitulares Primera experiencia blogger.
Única referencia durante mucho tiempo con ese término en Google.
La aventura terminó cuando dejé Madrid por Albacete... pero cualquier día regresará

Adios, Madrid

20100322

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Costumbrismo sobre raíles

Confidencialba. La columna del editor. Imagen: elmundo.es


La verdad es que ser español se convierte, en ocasiones, en un ejercicio diario de ciudadano coraje. Si te cuento, coliflor, que este puñetazo verbal me lo inspira de nuevo la Renfe, tienes todo el derecho del mundo mundial a mandar a paseo a esta servidora. Porque no sería la primera vez ni –seguro, a este paso– tampoco la última. Mis colegas los ferroviarios son como las añadas vinícolas de cuando no existían sumilleres chic, ingenierías agrícolas ni Cristo que los fundó: que un septiembre te salían excelentes y al siguiente servían como desatascador. Pues igual, pero de un día para otro.

La cosa es como sigue. Aquí mi menda tiene previsto viaje Albacete-Madrid para la tarde de un día. Pero como debe algún café y alguna honrilla en la capital del Llano, no le queda más que llamar al 902 de turno para que le cambien el billete. Para la mañana siguiente. Salvando la mala baba de tener que llamar a ese impuesto revolucionario legal que son los 902, manos arriba, la bolsa o la vida, hay que reconocer que los muchachos y las muchachas renferas, y su administrador de infraestructuras (ADIF), se lo tienen bien currado: tres minutos, nuevo localizador y una penalización de 3,45 euros. Fetén. Salvando, ya digo, el 902 y… el muy mejorable entendimiento de su página web con los estándares de Internet. Pero esto último es carnaza de tecnicismos, y no quiero aburrirte, coliflor mía.

Así que, de momento, puturrú de fua. Pero... como decía mi colega el músico digital –no toca un instrumento a derechas, el tío, pero tiene una jartá de oído–, “siempre hay un pero”. En realidad hay varios “peros” cuando uno pisa la estación provisional de trenes del harvar manchego. Entre ellos, el peaje que tuvieron que pagar siete empleados de la extinta cafetería de la antigua estación para que el progreso se abriera paso en forma de máquinas expendedoras, bocadillos de plástico, latas de jugos de colores y un kiosco franquiciado. No me repliques, maricoliflor, que aquella cafetería era cochambrosa y que hasta las moscas huían del inframundo que concitaba. Eso ya lo sé. Pero si ese era el problema –que va a ser que no–, cerrarla tampoco era la solución adecuada. Que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

El caso es que tragamos con todo. Yo mismo, querida, cuando me personé a la mañana siguiente en la estación me eché al cuerpo un combinado de leche y frutas en forma de tetra brik mini, pagado con lo que no me había gastado la tarde de antes –no me dejaron invitar al café, ventajas de la militancia en el INEM, digo yo–. Y me lo tragué. Tanto el zumo... como el pequeño estertor de conciencia proletaria que le queda a servidora, después de haber conocido diferentes versiones de la rosa y el puño socialistas, y hasta del palomo cojo del PP. Y si me apuras, de la sirena de ambulancia electoral: IUIUIU. Volviendo al relato, acababa de pasar por elautochecking, o como quiera que se escriba, y pa quitarse el sombrero, oyes: número de localizador, impresión, billete en mano. En menos de un minuto marchando billete oído máquina, y con estas manitas. De vicio, el progreso. A pesar de los pesares de la cafetería. Qué quieres que te diga. Cómo quieres que te lo pinte, si no.

Pero… –así, con puntos suspensivos me lo decía el músico; así que repetimos–: pero… cuando la que ahora te entretiene ya se las prometía felices, justo antes de pasar el control de rayos y toda la vaina, va y me aparece una sonriente, presta y disciplinada empleada de la empresa, para decirme que me olvide de lo que está impreso en el billete que tan solazado acabo de retirar de la máquina. “Es que han cambiado la plataforma –me suelta sin pedirme disculpas–, y ahora ya no vale. Ni tu coche ni tu asiento. Tienes que subir entre los coches 14 y 20 y sentarte donde haya un asiento libre”. Pero así tal cual, coliflor. Del 14 al 20. Y al bollo. El vivo. El muerto al hoyo. ¿Y no les ha dado tiempo de cambiarlo?, inquiero. “Es que no nos han avisado”. Con tiempo, se entiende.

Así que ya en el control de rayos –y centellas, que diría el capitán Haddock, mil millones de trillones de rayos y centellas, panda de bachibozuks–, mascullo algo tipo tié huevos que esta gente siempre me dé una excusa para escribir algo. Pues estaba dispuesto a pasarlo por alto, como lo de la cafetería, como lo del 902. Pero estáte ahí. A la hora prevista el Alaris hace acto de presencia, y los que nos creemos más listos que Santo Tomás de Aquino contamos: el 20, el 19… aquí para el 18… me voy unos metros más allá, donde no esté todo el personal apelotonado, a subirme en el 14 o en el 15.

Y allá que vamos cuatro infelices: el 18, el 17… ¡Carape, el 6! Oiga, ni el 16, ni el 15, ni el 14; ni toda la ristra de vagones que faltan hasta el 6. Es decir, que “del 14 al 20” nasti de plasti. Del 17 al 20, que es así como la mitad. Imagínate el pastel, mariflor, armados con maletas y sueños de puente –perderlos no es condición sine qua non de la condición sociolaboral de esta crisis de cinco millones de parados y cinco ricachones complacientes–, ahí nos ves al medio centenar, o más, de supervivientes del páramo, repartidos como a cada cual le dé a entender la sesera, para andar segundos después con la cantinela de que es triste de pedir, pero más triste es de robar: ¿está libre este sitio? ¿Hay alguien aquí sentado? ¿Tendría problema si…?

Ya ves, drama ninguno, coliflor. Sólo faltaría. Bueno, cariño, te dejo que aunque sea festivo quiero ver si hay novedades con lo de los ultras que quieren empurar a Baltasar. O con el buenazo de Roldán, que ahora es un santurrón para toda la prensa que lo utilizó como ariete para cargar contra Felipe –otro que tal–. O a leer a mi primo Marc Vidal, que nos cuenta las verdades del barquero de la economía, puntito mesías salvador, sí, pero valiente y tocapelotas, que falta nos hace. Sobre todo con lo que no nos quieren decir de la infartante deuda público-privada, como la que me han dicho le ha col(oc)ado Castilla-La Mancha al Santander –o Botín a la Junta de Comunidades, ves y busca–. O con tantísimas otras cosas por las que se hace tan cuesta arriba, como te decía al principio, tan de chirigota, tan de greguería, tan de sainete, quererse como español.

Que te vaya bonita la mañana, y besos a tu Paco. Dile que castos, no me mires así, que ya sabes que me lo conozco, por más que sea tu hombretón.

20100315

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La curva de marras de la carretera de Colmenar

Confidencialba. La columna del editor


Dios mío de mi vida, por favor, qué hijos de puta. Las palabras no son de este articulista, sino de la señora que a finales de febrero grababa cámara en mano la carretera de Madrid-Colmenar Viejo, M-607, km. 28. Es decir, justo donde la endiñó y se la endiñó su hijo hace dos años. Dios mío, qué hijos de puta, dice la señora y con razón, porque mientras se afana en su labor de camarógrafa le pasa un vehículo por la izquierda, y unos metros más adelante las ruedas se salen del trazado y acaba volando por encima del quitamiedos con las consiguientes vueltas de campana. Justo como su hijo. Pero ni Cristo se ha hecho responsable jamás de este cirio pascual del tráfico.


Ni de este, ni de ninguno en una carretera comarcal con aspecto de autovía y en la que se cuentan más puntos negros que en la jeta de un adolescente. Una carretera donde sólo en Nochevieja fueron "capaces" de salirse de la calzada –en el mismo punto– hasta nueve vehículos. Donde las muertes se cuentan por decenas, y donde el santo y seña diarios de cualquier conductor son el accidente de la jornada –¿ha habido muertos?–, el cambio de asfalto, con baches y parcheados cada dos por tres, y los peraltes a medias o realizados con el sentido de la topografía en el mismísimo trasero. Si es que es cosa de los topógrafos. O de quien sea.


Pero ni uno, oigan, ni un responsable público, de la Delectación General de Tráfico, de la Crapulidad Autónoma de Madrid o de la cosa pagada con impuestos de todos y competente en el asunto, ha salido jamás a decir esta boca es mía aunque me pongan el careto como un tomate de Mazarrón. En Colmenar, en las Alpujarras, en la Costa da Morte o en Albacete. En la España de la poltrona nadie es responsable nunca de nada: ni tan siquiera el conductor que entra a todo trapo en una curva marcada a 50, con gravilla, obras, lluvia y escasa visibilidad. Que haberlos haylos, como las meigas. Pero bien raro es que todos se hayan puesto de acuerdo para ir a matarse ahí, precismente, entre Colmenar y Tres Cantos. O en cualquiera de los puntos negros de la piel de toro. Así que algo más debe haber.

Cuando la cosa empezó a ponerse chunga de veras, por aquello de que cada vez más madrileños de nacimiento o de adopción hacían las maletas y tomaban las de la Sierra, se amplió un carril en la salida de Madrid y se colocaron un par de señales más de las de "cuidado que esto es peligroso que te rilas". Eso, y algunos "curas tumbaos" como les llama mi buen amigo el taxista. Es decir, badenes reductores de velocidad. ¿Oiga, y lo de curas? Porque son los que peor me caen, me dijo el muy bandarra en una ocasión: ponga usted ahí generales, banqueros, políticos o lo que le plazca, y así mientras a usted se le chafan los riñones, por lo menos se lleva la satisfacción de darle matarile a algún pez gordo. Que visto así es más que nada.

Ahora que una señora ha tenido la coincidencia, y no feliz, de grabar con su cámara a otro desgraciado del volante que prueba a dejarse los piños en esa carretera, entonces van y se ponen las pilas. Me lo cuenta la buena de Carmina, que hace día sí día no el trayecto Madrid-Sierra-Madrid. Que ahora pasa cualquiera de ustedes por allí y aquello es la repera de la obra civil. Vamos, que ni crisis ni formas consagradas en vinagre: excavadoras, obreros, vigas, asfalto, cemento, protecciones. Ni Montmeló. Lo están dejando requetepintao y maravillao, como el cacao.

Es entonces cuando uno se malicia, y les invita a ustedes a que lo hagan con toda la peor baba del mundo, que algunos de estos chupasangres de la res pública, esos que no han dado un clavo en su puñetera vida, y si pueden palmarán sin hacerlo, sólo son profesionales de la cuentitis y la carguitis. Y que no mueven un dedo ya se les pongan farrucas las circunstancias, salvo que alguien con la mala cabeza de contar las verdades del barquero armado con una cámara doméstica deje en paños menores su incompetencia, su incapacidad y su olvido sistemático de que está donde está, pagado por quienes les pagamos, para servir al respetable y no a sí mismo.

Échense una cámara al hombro, que las hay de andar por casa por menos de lo que cuesta el seguro del coche, y hagan revista de todo aquello que les consta que está mal, y les consta además que a los mandamases también les consta. Es decir, lo que hace el PP albaceteño con los barrios, pero aplicado a todo. Y acuérdense, cuando consigan los 30 segundos que dejen en paños menores a los que gobiernan, de buscarse un amigo informático que se lo suba a Youtube, y de decir bien clarito, antes de parar la grabación, "Dios mío de mi vida, por favor, por favor, por favor, qué hijos de puta, qué hijos de la gran puta".

20100308

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8-M: el feminismo como fin

Confidencialba. La columna del editor


A ver cómo se lo digo para que me copien rápido. Mi menda con su mecanismo se va a meter él solito en un follón de mucho cuidado, ¿vale? Así que no dejen después que me vaya lamentado por las esquinas de mi mala sombra. Esta calavera ya ha sobrevivido a alguna crucifixión, así que una más tampoco creo que vaya a ser para apagar las luces e irnos. Pero ya que se lo anuncio, tómense también la molestia de no quedarse en la superficie, como hizo el jueves Julia Otero con Arcadi Espada con lo de Rosa Díez y los gallegos –si no lo oyeron búsquenlo en Internet–. Quiero hablarles de ese apaño que es el 8 de marzo.

Sí, apaño. Digo bien. A ver si de primeras dejo claro lo que pienso del machismo en general y de los machitos en particular: pueden meterse por donde les quepa su complejo de inferioridad, sus fobias, sus hormonas, sus deportes televisados, sus María que son las diez, sus Gertrudis el cuello de la camisa cuántas veces te lo voy a decir, sus aspavientos, sus botellines en el bar, sus “mujeres…”, sus “todas sois iguales” y sus “en el fondo lo que buscan es alguien que les dé caña”. A esos, los pasamos por la cámara de gas y el mundo no pierde gran cosa –salvo, obviamente, un sentido universal de justicia que impone la desaparición de toda forma de pena capital, y que también suscribe este articulista–.

Pero con la misma, dejen que me ponga como una moto y hecho un basilisco con la tontería políticamente ignorante y velozmente correcta –o viceversa, tanto da–, que ha contaminado la memoria de tantas mujeres que lucharon por tener voz, y la ha transfundido en una feria de gangas, en un todo a cien con etiqueta del Corte Inglés ministerial –me disculpen los de don Isidoro, no va con ellos la cosa–, en un ágape febril de oportunidades políticas de bajo coste, discursos de saldo, fingimientos hiperactuados y trapicheos de ademanes impostados. Amén, que esa es otra, de una neolengua que ni en sus peores pesadillas habría imaginado el bueno de Eric Blair, conocido como literato George Orwell. Lean a Pérez-Reverte, y sabrán de qué les hablo.

El triunfo del feminismo como doctrina absorbida, y espoleada en su versión de bata y pantuflas por la clase política, es la mejor muestra de dos verdades incómodas: una, que el feminismo no ha sabido actualizarse para plantar cara y permanecer a la vanguardia social; dos, que ningún contrapoder puede amancebarse con el stablishment si quiere sobrevivirse a sí mismo sin convertirse en mono de feria. Debe combatirlo, abrirse hueco en él y desde dentro cambiar las estructuras, pero no para situar al contrapoder como nuevo foco de poder, sino como mosca cojonera y con un algo de Elliot Ness; es decir, incorruptible –si bien corren tiempos propicios para darle la vuelta a la tortilla y que los imputados denuncien a los garzones–.

El feminismo lleva en su actual definición sociogenética el virus que lo convierte en fenómeno de referencia mediática pero de irrelevancia ciudadana: su conversión en fin político indubitado, en axioma y en tótem, ha arruinado su histórica condición como medio. Como medio de control, como medio de modificación de patrones, de inquietud, de contestación al sistema o a sus derivas. El feminismo actual, al igual que el socialismo reconvertido en socialdemocracia –y si me apuran el cristianismo travestido en misa del gallo, comunión de la niña, boda desvirgada ante el altar y limosna "si ves que tal"–, es poco más que un grano de mosquito: una hinchazón de egos con tintes rosáceos que si un buen día le da por fastidiar, con aplicarle pomada, caricias y no hacer mucho caso, aquí paz y después gloria. Lo van pillando, ¿no?

En lo tocante a los posicionamientos institucionales del 8 de marzo, conviene no fiarse de ninguno: los que proceden de bastones de mando, porque jamás se van a pillar los dedos; los de oposiciones de tinte conservador, porque bastante tienen con parecer de centro reformista; los de oposiciones de tinte progre, porque les va en el ajo no dejar de apuntarse los tantos que regala este espléndido 8 de marzo; y los del feminismo mal llamado “radical”, los de color morado y mucho alambique simbolista, porque hablan para su propio mercado interno, sin dominar las claves de la comunicación social, y sin dejar que nadie les aconseje al respecto porque dicha comunicación es “márketing concebido en una época y un mundo de hombres”. Para orinar y no echar gota, oigan.

En cuanto a la desnutrición del mensaje original del feminismo, en este Occidente cargado de moralina y falto de ética, y en esta España abotargada de flojera mental y atonía intelectual, basta con ver cómo se han copiado los peores registros del machismo para darles la vuelta: hoy lo más in son los chulazos en lugar de las buenorras, la caracterización de hombres torpes donde hubo rubias tontas, el desprecio a lo masculino tras siglos de confinamiento de lo femenino. Y toda una generación hasta ahora inexistente de chonis cuyos méritos como mujeres son hablar, conducir, mascar chicle y despreciar la materia gris igual que sus poligoneros del alma. Así nos va, queridas; y queridos.

En cuanto a los spots televisivos, cruzada sin igual del feminismo oficial –Institutos de la mujer y sacacuartos por el estilo, ¿dónde están los Institutos del Hombre?–, cierto es que perdura el uso y abuso de estereotipos “macho alfa versus belladonna" –planta venenosa–. Pero a falta de una respuesta inteligente, también se ha impuesto el arquetipo hombre metrosexual dispuesto a todas horas para atender a una mujer ejecutiva, altiva, exigente y hasta displicente. ¿No sería conveniente cargar también las tintas contra esos roles de la dictadura publicitaria, que sólo intoxican la convivencia entre hombres y mujeres?

Que si defiendo algo del feminismo, me preguntarán a estas alturas. Claro que sí. Defiendo ir a decirle a las mujeres de nuestros pueblos y nuestras aldeas que hay más futuro que la vida limitada de los niños, el piso, la compra y el chicharreo al fresco o a la lumbre. Defiendo los valores de la escuela mixta y los equipos mixtos frente a los nuevos embistes del puritanismo disfrazado de ciencia bajo la etiqueta de “diferenciación”. Defiendo que las mujeres estén presentes en el habitual mundo de los hombres, de la crítica social y política mediante la polémica, la discusión y la argumentación lógica, de igual modo que los hombres han de saber incorporarse al mundo atribuido a las mujeres –intimidad, acuerdo, hogar, psicología–. Pero sin necesidad de renunciar a ningún rol, que es la buena nueva que nos ha vendido el triunfo del feminismo como fin, y no como medio.

Y no me fustiguen con banalidades lingüísticas de violencia de género –es al revés: género de violencia– o de invisibilidad. Mi menda no es más invisible por ser periodista en lugar deperiodisto, aunque todo se andará: la estulticia es así de invasora. La “invisibilidad” es otro concepto acuñado por y para los virtuosos del eufemismo, que sirve para referirse a mujeres, a niños soldado, a mendigos, a pobres y a presos. No me vendan motos. Pongámonos a trabajar en serio. Y ahora sí, si quieren, me muelen a collejas, pero no me sean soplacirios –ni soplacirias– con este tema, que es mucho más serio que el festival flower power del 8 de marzo.

20100304

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Carta "cerrada" y con lacre

De Confidencialba. La columna del editor.


Hola, Josemari. Me permites el tuteo, ¿verdad? Es que va a ser entre tú y yo, así, de mí para ti por ser tú, si tú quieres. La carta la pongo en público en vez de enviártela a Fuensalida, por motivos que ya si eso te cuento después. No pretendo hacer un remake de la carta abierta que te escribió días atrás el zagal éste de Ciudad Real, Otto-Reuss. No. No tengo necesidad ni ganas de ponerme en plan Émile Zola con el caso Dreyfus, y además es que creo que eso queda muy efectista y todo lo que tú quieras, pero no va a parar a ninguna parte. Así que te escribo en confidencia. Y en Confidencialba. Para que sea como más amable, más cercano y quizá, quién sabe, hasta más eficaz.

El motivo de mi carta, Chema, es que no sé a qué carallo (modismo gallego, la sangre siempre tira), estáis jugando. Sí, vosotros, los del socialismo obrero y español de La Mancha. No todos, sino los que tenéis la sartén por el mango y no la queréis soltar ni a perdigonazos. Que, ojo, lo entiendo y así te lo digo: si yo estuviera en tu lugar seguro que mi deseo sería el mismo, por una sencilla razón: a quienes llevamos en la genética la preocupación por la res pública, lo que más nos puede poner del concepto “poder” es la posibilidad de organizar la convivencia conforme a criterios ideológicos que consideramos los más válidos y apropiados para el progreso común. Es decir, eso tan manido y desgastado del “servicio al ciudadano”.

Ya ves que huyo de la crítica facilona y previsible: que si no trabajas, que si estás sólo por pillar cacho, que si seguro que te lo llevas crudo… Paparruchas: las mentes chicas critican a las personas, las mentes promedio polemizan con los hechos, y las grandes mentes discuten sobre las ideas. Y en el terreno de las ideas quiero situarme. Con la misma intensidad quiero huir del halago almibarado, pero debo reconocer que embelesas, tío. Tienes un don para cautivar al auditorio, y bien lo sabes. Y se pongan como se pongan, en esta tierra no tienes rival a la altura (todavía, le falta una primavera y alguna lección de telegenia). Además, parece que te crees lo que dices. Eso, así en general, es todo un puntazo. Adminístralo.

Pero con la misma, me vas a permitir que te diga que no entiendo tu obsesión, o la de tu Gobierno, por evitar que se critique vuestra gestión. Ni tú ni nadie sois perfectos y cometéis vuestros errores, como todo “hijo de cristiano”, Bono incluido. Y la verdad es que ahí, cuando tratáis de tapar lo que huele mal, patináis con estridencia. Que la gente no se chupa el dedo y bien está que, técnicas de marketing mediante, intentéis darle la vuelta a lo negativo para ponerlo en positivo. Pero tenéis que cortaros en lo tocante a soltar vuestros perros de presa allí donde se levantan voces críticas. O directamente cambiar el chip, colega.

Mira, no estoy por la labor de creerme las leyendas que circulan acerca de tus orígenes ideológicos. Eso es pornografía rosa del personaje, que como todo lo de los comebabas del corazón, me parece propia de mentes chicas. Así que doy por hecho que eres un demócrata integral, sin tacha; y como tal habrías de saber que nada es más estimulante para el ejercicio del poder en democracia que una crítica saludable. Porque la otra crítica, la que no es constructiva, se cae por su propio peso cuando el poder admite, y fomenta, cierto grado de contestación. Cuanto más amplio, mejor. Además, todas las vanguardias de la sociopolítica apuntan en esa dirección: más open Government y más transparencia. ¿O crees que lo de la Administración Obama es casualidad?

Lo que no puede ser es que en esta región haya tantos mecanismos aparentes de participación ciudadana, de información pública y de protección social, pero que en cuanto cualquiera de ellas se mueve un mínimo del guión “correcto”, lo mejor que puede pasarle es que no releven a sus dirigentes, aunque se les castigue el hígado en el ring de la esfera pública. Sobran ejemplos, pero no quiero caer en los hechos (mentes promedio). En particular, y porque lo conozco de cerca y lo he vivido, vuestra política para con los medios de comunicación llega al puntito de lo abrasador. ¿De verdad se necesita tanta presión, tanta advertencia y tanta moneda de cambio con la publicidad institucional a editores y periodistas que, sólo con que levantarais el pie del pedal, fomentarían un debate público más enriquecedor?

Es más, José María. Conozco, con nombres y apellidos, a hombres y mujeres de esta tierra, o que no lo son pero llegaron a ella para quererla y amarla, con tanta o más pasión que le echas tú al defender los derechos de la cuenca cedente, la potencia en energías renovables o tus 101 planes estratégicos. Hombres y mujeres que son socialistas desde la punta del flequillo hasta el juanete del pie izquierdo, de carné indestructible, de los de sangre roja y el corazón a la izquierda. Hombres y mujeres que participan en los centros donde se toman decisiones para la cosa pública, hombres y mujeres con formación en sus alforjas, cientos de lecturas como respaldo intelectual operativo, y bocanadas de conciencia social en cada uno de sus más livianos gestos.

Son también hombres y mujeres que en privado, con languidez en la mirada, pesadez en la conciencia y tristeza en la experiencia, hablan de las losas que todavía el caciquismo tardofranquista impone en La Mancha; amparadas, cuando no consentidas, ampliadas o protegidas por casi 30 años de Gobierno de tu partido. ¿Qué te parece? Hombres y mujeres que, sin querer queriendo, explican con rubor que lo mejor en esta tierra es guardarse las espaldas, andarse con mil ojos, traficar con la doble intención de las palabras y, hablando en plata, mirar por el culo de uno mismo antes que por el de los demás. Casi siempre, qué cosas, cuando se habla de asuntos referentes a tu Gobierno o a tu partido. O a sus adlátares. O a los negocios. O a la cultura. O a casi cualquier cosa. Porque lo tenéis invadido casi todo (casi).

Y eso cansa, Chemari. Aburre, hastía, y aunque la gente no se rebele en sus cuitas de a diario, provoca el peor cáncer que puede padecer una democracia: la indiferencia, el pasotismo, el “esto no va conmigo”. Y te quiero proponer algo que sé que da miedo, mucho miedo; pero no tienes ni idea del enorme favor que te harías a ti mismo y a tu Gobierno si mañana (o pasado, tómate el tiempo que necesites para decidirte), salieras a la palestra a reconocer una pifia en una entidad financiera, un despropósito en una infraestructura de 12 millones de metros cuadrados, un carajal de desvergüenzas en ciertas fundaciones, más de un ayuntamiento que se pasó de listo y de frenada con el becerro de oro de la especulación inmobiliaria, los flirteos de esta tierra con la industria militar, o algún contratillo de esos en los que no se cumplen plazos de entrega, precios o condiciones, y que terminan por dejar hecho un cirio pascual el perfil de contratante.

Sería la bomba si añadieras, así como guinda, que se acabaron la tontería, el trapicheo, el cachondeo, la corruptela, el abuso, la chulería y el despotismo. Que en ello pones tu cargo y tu credibilidad. Que vas a ir de frente, sin demora ni complejo, a por quienes hablan en tu nombre para vaya usted a saber para qué tipo de intereses espurios. Y que decretas el fin del peloteo, del mameneo, del colegueo y del enchufismo, con no sé qué herramientas legales que amparen de manera recia a cada uno de tus administrados. Para que puedan criticar, con transparencia, con libertad. ¿Tú sabes los puntos que ganarías?

Si tuvieras una más mínima idea de la afección ciudadana que eso te generaría, te pondrías mañana mismo a ello. Y aunque se te echaran encima ciertos dinosaurios, que están en esto por la pasta o por cualquier cosa peor… ¡Pues al cuerno con ellos! ¿Son acaso aliados fiables? No, compadre, son rémoras, sabandijas de la política. Lastres del entusiasmo. Deshazte de esa chusma (la misma que llama chusma a quienes tratan, desde la crítica, de mojarse e implicarse por el bien común), que nada bueno trae bajo el brazo. Respeto, ya te lo digo, que te dé pavor. A casi todos los gobernantes, seáis de izquierdas o de derechas, os pasa lo mismo, criaturicas. Pero una vez que te decidas lo único que lamentarás es no haber dado antes el paso.

En tus manos está. Y te lo cuento así, en carta cerrada, que no “abierta” como haría un Otto-Reuss o un Zola del montón, sino en sobre virtual y con su lacre digital. Lo de que sea pública es lo de menos, que una carta es como un regalo: la intención es lo que cuenta.

20100301

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La dieta de la oposición

De Confidencialba. La columna del editor.


Hola, doctor. Mire. Perdone que venga por una tontería, pero es que no me come. ¿Cómo dice? No, perdón, me refiero a que no me come bien. Y no soy endocrina, pero creo que es por culpa de eso por lo que está echando tripa y poniéndoseme fofo. Yo le pongo mis estofaditos de ajusticiamientos sindicales, mis adjudicaciones a la sal o a la espalda, mis láminas de becario cubriendo funcionarios en pepitoria, y no se lo come. Pero es que entre horas se atiborra de hamburguesas de mejoras en barrios y bolsas de gusanitos demagógicos. De vez en cuando, todo lo más, una pizza de feria centenaria, pero sólo con eso no se me va a criar en condiciones.

No, no me diga que vayamos al psicólogo de las urnas. Estuvimos en él hará cosa de ocho meses y el zagal salió requetecontento. En el test de felicidad electoral le sacó 20 puntos a Partido-Pardito. ¿Y sabe qué le digo? Que fue peor el remedio que la enfermedad: ahora me replica que no le hace falta tener cuidado con el estómago, que se las puede tragar dobladas, porque ninguno de sus compañeros de clase, ni Pedrito el Santo, ni Dieguito Poco Barato, ni Agustito No Rubio ni, por supuesto, Carmencita Ja Quiero le pueden hacer sombra. Porque si mi chiquillo me come mal, ni te cuento sus amiguitos, que se inflan a bollicaos de oscurantismo y a tartaletas de sombras chinescas.

Verá. Le pongo un caso. Hace cosa de unos tres meses le serví en su punto, ni muy hecho ni muy crudo, un secreto ibérico de líneas aéreas con puré de publicidad institucional, y por la noche una pasta fresca venida de Italia y con la garantía de su Mayordomo, sí, doctor, sí, el que acaban de pulirse como criado a conveniencia en la casa de Carlitos Rocoso. Como era de una calidad exquisita, la broma me costó seis millones, ¿sabe? Vamos, que con la crisis que hay y aquí me ve usted pagando el plato a tres años y con la ayuda de tito Chema Barrendero, que si no ni de coña.

Bueno, pues el niño se me puso con una sonrisa ladina que ya me la conozco de otras veces y que significa que sí, que vale, que tiene una pinta de la muerte y que tal y que cual, pero que no es plan de indigestarse con los gorrinos ni con la pasta, porque muchas veces los primeros son los que mejor manejan la segunda. Y no vaya a ser que alguien diga que se indigesta porque no entiende de altos vuelos culinarios, ni sabe surcar los aires gastronómicos. Total, que se relamió con delectación y apariencia, pero a la hora de la verdad, para que nadie le acusara de pijotero por comerse semejante manjar jugoso y excepcional, apartó el plato y se merendó sin decir ni media un pudding de frutos rojos de los de a riñón la ponencia en la José Saramago.

Así que eso. Que si usted dice que lo deje estar, que ya me comerá bien cuando crezca, y que no me empeñe en ponerle rebozados de TDT, pues aquí donde hay patrón no manda marinero y lo que usted mande que para eso es el especialista. Pero mire a ver si un qué sé yo, unas pastillas o un algo que le devuelva el tono, porque a este paso lo que me da miedo es que se me apoque. Que se me despiste y me venga cualquier mes, un decir, mayo del año que viene, con lloriqueos y con lamentos, con don Penseques y don Creíques, que ya me sabe usted que son hijos de don Tonteque.

Vamos, que si la cosa es que no me preocupe, porque seguro que él solito se pone las pilas, pues bueno, pues oye, pues tampoco es para ponerse en plan histérico. Pero ya le digo, que si me sabe algún remedio aunque sea en plan casero, para que el niño me coma de más a menudo un revuelto de plusvalías y contratos, por ejemplo; o unas lentejas con… chorizo de la marca Hacendado, mismamente; o una sopa de letras crediticias… con coca en los bares, o sea, con coca-cola y en el bar quiero decir, fíjese, hasta con coca-cola y en el bar si hiciera falta, pero al menos el niño se me pondría fuertote.

Y si tenemos suerte quizá sus amiguitos del barrio le imiten. Una suerte, ya le digo, que es que no es plan, ya le digo yo también, que las generaciones del día de mañana, las que han de decidir su destino y además el mío, se anden con esta flojera general y esta atonía de hambre política. ¿O no, doctor? ¿Qué me dice?